Gustavo Lima - Ya No Soy Un Iracundo "AHORA SOY DE CRISTO"
Un pastor argentino en los Ángeles se quedó sin trabajo. Vendía paletas, dulces por las calles en su carrito. Ese hombre con familia, con hijos, uno estudiando en la universidad, iba vendiendo caramelos para satisfacer sus necesidades, y un “hermano”, hermanoide de la iglesia le dice: -¡Qué vergüenza! ¿Un pastor de iglesia anda vendiendo paletas por la calle? El pastor le contestó: Yo conozco a uno que es el Hijo de Dios, y no tenía donde apoyar la cabeza y era el dueño de todo. ¿Se puede imaginar la humildad de ese hombre? Dios lo va a prosperar y en menos de un año va a tener casa nueva, carro nuevo, porque así es Dios, prospera tu vida, tu familia, a tus hijos.
Mi esposa Andrea y yo teníamos un problema. Un hijo empezó a servir al Señor un poquito si y un poquito no. Yo decía: “¿Señor no es que yo y mi casa serán salvos?”. Y el diablo tal vez diciéndome: “Ahora serás Iracundo de vuelta, porque yo te lo mandé para la calle”. Pero yo me agarro de las promesas de Dios, porque las promesas son un sí y amén. Y ahí volvió el hijo pródigo, volvió a casa, arrepentido, pidiendo perdón, orando por él, para que Dios lo siga restaurando y ese va a ser un gran testimonio. No tenemos por qué esconder esas cosas, porque ahí es donde realmente abrimos nuestro corazón y usted puede orar por nosotros y nosotros por ustedes, porque somos un solo cuerpo en Cristo.
Voy a contarles nuestro testimonio, el tristimonio, porque nuestro matrimonio antes de Cristo era matridemonio, andaba yo contento como un Iracundo, contento con los aplausos, contento de viajar, de ganar mucho dinero. Mandaba el dinero a casa, a donde se encontraba la familia. Estaba aquí en Guatemala y me decía, bueno dentro de diez días tengo que estar en El Salvador, ¿por qué voy a volver a mi casa? Mejor me quedó unos cinco días, paseaba en Panajachel y ahí viajaba directamente a El Salvador. Así andaba perdido. Creía que mandando el dinero a mi esposa, depositando en el banco, yo estaba cumpliendo como papá. Nunca fui un mal padre, siempre cumplí. Yo me decía: Soy bueno, le doy trabajo a otros, soy bueno, pero el infierno está lleno de buenos, porque por más bueno que seas, si no tienes a Cristo te vas al infierno. El único camino se llama Jesús, tenemos que confesar a Jesucristo para tener vida eterna.
Recuerdo, yo me había separado del grupo en 1995 y del 95 al 98 andaba por ahí cantando, vine muchas veces a Guatemala como Gustavo Lima ex cantante de los Iracundos. Seguía cantando. La última presentación la hicimos en el 98 en Managua, Nicaragua. Con Andrea, mi esposa, nos estábamos separando. Antes quiero contar que compuse la canción “Un par de anillos”, hace 26 años, cuando recién teníamos cuatro meses de novios.
Así andaba yo y el diablo entró a nuestro hogar, aquel que viene a matar, a robar y a destruir. Creí que conocía de Dios, me había bautizado cuando tenía tres meses, tomé la comunión, iba a la iglesia cuando se moría un pariente, cuando me casé, cuando cometía una travesura ahí en la iglesia me arrodillaba y decía: Perdóname Señor, luego salía, me sacudía las plumas, para seguir pecando, porque no tenía el temor a Dios, cuando no tenemos un encuentro con Jesucristo no tenemos temor a Dios, lo tenemos de cuate, de amigo que nos perdona. No se puede tener una vida mecánica de que si me caigo, me levanto, que si me caigo, me levanto. Esto no es un buen testimonio.
Recuerdo, estaba en Managua, y ya teníamos abogados para separarnos, ya el diablo había entrado y nos había puesto abogado, había puesto todo para destruir a la familia, el primer ministerio que Dios creó es la familia.
Cuenta Andrea
Nosotros nos encontrábamos viviendo en California. Yo seguía a la búsqueda de algo, pero no sabía qué buscaba, porque en mi corazón existía un vacío, no había con que llenarlo. Y un día le dije a mi marido: ¿sabés una cosa? Me voy a trabajar.
- ¿A trabajar, mí esposa a trabajar? – me dije yo- Si no le falta nada, casada con un argentino, no le falta nada. ¿A trabajar -le volví a preguntar? Pero si no te falta nada.
-No, no, no. A mi lo que me hace falta es éxito profesional, entonces me voy a trabajar.
-Bueno, entonces yo te conseguiré un trabajo, ¿te parece bien?
-Me parece bárbaro.
En la compañía de discos pregunté si había un puesto para que mi esposa trabajara. Yo estaba al cuidado de la casa, había conseguido a una persona que cuidara de los niños. Empezaba a trabajar, no estábamos separados todavía, pero tampoco nos llevábamos bien, era la primera puerta que se abría, eso no significa que usted hermana no vaya a trabajar, usted es la ayuda idónea o la doña que ayuda, trabaje, vaya a trabajar, pero cuidado con las amistades, hay envidia en la calle. Entonces, Andrea empezó a trabajar.
Así es -dice Andrea-, en la actividad de promoción de los artistas hacíamos el mismo trabajo. Un día me encontraba en Nueva York, otro en San Francisco, otro día con don Francisco. Entonces las cosas empezaron a cambiar en casa, porque ya no estaba mamá con los niños y también nuestro matrimonio estaba siendo un matrimonio por celular, porque él por sus viajes y yo con los míos, nos encontrábamos muy poco. Las cosas empezaron a cambiar, cada vez para peor. Realmente a nosotros la sociedad nos decía otra cosa, porque la sociedad tiene trastrocados todos los valores que Dios puso, pero a nosotros nos gustaba lo que hacíamos y como estábamos ciegos pensábamos que lo estábamos haciendo bien.
A Dios gracias, me envió a esta compañía donde estaba un angelito, pero cuando a mí me mandaban a trabajar con ese angelito, pedía que ya no, que no contaran conmigo, que mandaran a otro con él.
-¿Qué te decía el angelito – pregunta Gustavo-, que no querías trabajar con él.
-Hablaba de Dios, hablaba de Jesús. Pero yo creía que con Dios tenía una relación perfecta. Él, mi marido, en su trabajo, y yo en el mío, cada uno por su lado.
-¿Qué pasó? ¿Dios tenía un plan? interviene Gustavo.
- Un día, después de que yo no le quise escuchar por bastante tiempo, este angelito tenía que ir a filmar un video a Houston, así que esa vez dejé que me hablara de la Palabra de Dios en el viaje de los Ángeles a Houston y de regreso a los Ángeles. Dejé que me hablara, porque del avión no me podía escapar.
Lo escuché, pero cuando regresé a los Ángeles pensé que también me podía sacudir las plumas y seguir como siempre. Pero no sabía que esas palabras las había guardado en mi corazón, siguieron pasando los días, siguió pasando el tiempo y yo agradezco a Dios, porque Él usa lo que sea para llamarnos la atención. Un día me hijita, tenía ocho años de edad y yo otra vez iba a salir de gira, se llevó las llaves de mi carro y dijo: Para que mamá no se vaya más. Realmente en ese momento me di cuenta de lo que estaba pasando en mi casa, con mi familia, con lo que más quería, la realidad que lo que pensaba que estaba construyendo con mis manos, lo estaba dejando perder.
En ese momento Dios pasó mi vida frente a mis ojos como en una película. En ese momento me sentía muy triste, muy sola, muy aturdida. No sabía qué hacer. No sabía qué hacer para recuperar todo eso que se me estaba perdiendo. En ese momento me recordé de ese angelito que tanto y tanto me había estado hablando de Dios. Corrí al teléfono y le dije: Rabito quiero que me hables de ese Jesucristo del que tanto me hablaste y nunca te quise escuchar. El 18 de agosto de 1999, vino a mi casa y me volvió a compartir de la Palabra de Dios. En ese momento yo le entregué no sólo mi corazón sino mi vida, todas las cargas, las mochilas, los dolores, todo lo que tenía a Jesucristo. En ese momento en el que yo recibí al Señor en mi corazón, empecé a sentir una paz que Él me regalaba. En ese momento comprendí que tenía que empezar a luchar contra mi primer gran gigante que era traer al hermano Lima a los pies del Señor.
Habla Gustavo
Y se pusieron de acuerdo Rabito, Víctor Medina, Andrea y sobre todo el Señor para convertirme a mí. Yo acaba de sacar un disco como solista y andaba en la promoción en cada estado de los Estados Unidos, pero ya grande, tendría como 45 años. Estaba con otro proyecto y recuerdo que me hablaban, que me invitaban, que Rabito me hablaba de Cristo. Oscar Medina me hablaba de Cristo, me hablaban. Más iracundo me ponía yo, ¿sabe que iracundo significa estado de ira y de enojo? Pero los tiempos son de Dios, así que como a los tres meses, viniendo de Atlanta, Rabito me dejó una invitación en el celular para ir a la iglesia, venite volando, es muy lindo. Yo me había comprado un carro deportivo impresionante, negro, convertible, precioso, el carro era convertido yo no. Pensé dentro de mí que en ese momento me estaba separando, que el diablo tenía planes para mí que hasta carro me había dado. Luego tomé la ingrata resolución de no ir a la iglesia, es perder el tiempo, que vaya mi esposa. Guardé el mensaje desde el viernes. El domingo quise ir a probar este carro, entonces vivíamos en Malibú, como a unas quince millas. Yo que quise salir de Malibú por las costas del océano. Le dije a Andrea que como a las tres de la tarde regresaría par ir al supermercado juntos, Salí con ese carro. El carro se fue por otro lado y quince minutos antes de la hora del servicio estaba estacionado en la iglesia, en la que Rabito me había invitado.
Ahí estaba, para Andrea ¡sorpresa! Vi caras que conocía, que había visto en las pistas de baile. Pero ahí estaban gozándose, alabando. Dios te bendiga, me decían, me venían a saludar. Entré a la iglesia y la encontré toda rara, no había imágenes. Rabito se alegró y me llevó a sentar. Ahí estaba su esposa. Escuche una música tranquila, pero de pronto vi cabezas blancas, y al final una pared y una cruz de madera gigante. Cuando vi la cruz sola pensé que se habían robado a Cristo. Yo no sabía que esa cruz está vacía, porque Él no esta muerto, está vivo, está a la diestra del Padre.
Empecé a cantar improvisando, y el pastor dio la prédica, luego hizo el llamado. Me empezó a tocar el Señor y empecé a cantar y una voz grave y distorsionada me dijo: ridículo, ridículo hace quince días tenías un escenario repleto y todos te aplaudían. Sentate ridículo. Pero una voz más fuerte y hermosa me dijo: Te elegí desde el vientre de tu madre, mi nombre es Jesús y te voy a mostrar cosas ocultas, levántate y me levanté. Ese 12 de diciembre de 1999 hice la mejor decisión que he hecho en mi vida. Cuando el pastor hizo el llamado corrí hacia adelante desesperado, llorando, ya casi había perdido a mi familia, ya no tenía dinero ni fama, ni amigos que pudieran sanar mi corazón, solamente Cristo, porque sin Cristo no tenemos nada.
Y con un poco de vergüenza me fui acercando al altar. Veía cómo el Señor en una cámara me miraba, vi cosas que salían de mí, y dije ¡qué lindo es esto! Andrea me dijo que el jueves tendríamos que ir al estudio bíblico. Tres meses antes estaba en Managua cuando llamé a Andrea que no contestaba el celular y estaba en casa. Ella me dijo que ya no trabajaba más, “cuando vuelvas te lo digo” y me dijo que había recibido a Jesús.
Así empezó una vida de restauración. Empezamos a hablar de otra manera, a actuar de otra manera, busqué una iglesia, me congregué, aprendí que sólo debemos servir a un solo Dios, aprendí que no podía cantarle al mundo, porque cuando le dije al pastor que me iba a Guatemala y El Salvador, que tenía muy buenos contratos, que me dejaban en un fin de semana 25 mil dólares para mi limpitos. Le conté que yo era el cantante de los Iracundo, como no sabía nada, porque había crecido en Cristo. Le dije que “Los Iracundos son un grupo así, asá, yo canto, la gente se enamora, tira pañuelos, se suben a las mesas, catando venite volando, chupan, saltan. El pastor todo asustado me pregunta ¿a dónde va usted? Usted no puede servir a dos dioses o sirve a uno o sirve a otro.
Pero mire Pastor, le digo, son 25 mil dólares, me voy jueves y vuelvo lunes. Y el pastor me dice Dios tiene grandes cosas para usted y a medida que me hablaba, yo miraba como los 25 mil se me volaban. No había aprendido a sembrar y miraba como la plata del banco se venía para abajo. Llegó el año, teníamos que pagar la casa y los carros y no había dinero. ¿Será que el dueño del oro y la plata deja a sus hijos en la calle? Voy a tener que cantarle al mundo. Mientras tanto, Andrea hizo la primera siembra en la radio Nueva Vida que necesitaba comprar unas antenas, ¡hizo la primera siembra en contra de mi decisión! Ella me dijo que teníamos que diezmar, ofrendar, sembrar, yo había aprendido a dar limosna y eso es lo que nos sobra y Dios no, nos mandó limosna sino lo mejor que tenía que es Jesús, lo mejor que tenía, era Su Hijo. Dé lo mejor que tenga para el Señor. Ese día Andrea firmó el cheque de cien dólares, los últimos dólares que teníamos y como buenos cristianos volvimos a la casa y no le hablé en todo el camino.
Dios me probó, pasaron como dos horas, Andrea vino con un sobre y me lo puso en la mesa y me dijo “ahora probadme en esto”. ¿Probadme en esto? Abro el sobre y estaba un cheque de 19 mil 600 dólares de la canción un par de anillos, de regalías que no me pagaban. Ahí rompimos la maldición de no sembrar, de no creer, que Dios quiere que sembremos en tierra fértil, es la siembra que duele. Después vino de 33 mil dólares de la canción de “Un sueño”, como de 90 mil dólares en menos de tres meses. El mundo te puede dar buenas cosas, pero nunca como las que Dios nos da. No necesito del mundo y ya no vuelvo a cantar.
Cuidemos nuestro testimonio para cuidar lo que hizo Dios en nosotros, y evitar que la gente se vaya. Tenemos que mantener el fuego en el matrimonio, el diablo usa mucho la rutina, cuidado con la rutina, porque entra a tu vida y te va matando poco a poco y luego viene el odio, el rencor. Tenemos que tener un buen vocabulario para dar un buen testimonio. Cuidar el testimonio delante de nuestros hijos y de quienes nos rodean.
Mi esposa Andrea y yo teníamos un problema. Un hijo empezó a servir al Señor un poquito si y un poquito no. Yo decía: “¿Señor no es que yo y mi casa serán salvos?”. Y el diablo tal vez diciéndome: “Ahora serás Iracundo de vuelta, porque yo te lo mandé para la calle”. Pero yo me agarro de las promesas de Dios, porque las promesas son un sí y amén. Y ahí volvió el hijo pródigo, volvió a casa, arrepentido, pidiendo perdón, orando por él, para que Dios lo siga restaurando y ese va a ser un gran testimonio. No tenemos por qué esconder esas cosas, porque ahí es donde realmente abrimos nuestro corazón y usted puede orar por nosotros y nosotros por ustedes, porque somos un solo cuerpo en Cristo.
Voy a contarles nuestro testimonio, el tristimonio, porque nuestro matrimonio antes de Cristo era matridemonio, andaba yo contento como un Iracundo, contento con los aplausos, contento de viajar, de ganar mucho dinero. Mandaba el dinero a casa, a donde se encontraba la familia. Estaba aquí en Guatemala y me decía, bueno dentro de diez días tengo que estar en El Salvador, ¿por qué voy a volver a mi casa? Mejor me quedó unos cinco días, paseaba en Panajachel y ahí viajaba directamente a El Salvador. Así andaba perdido. Creía que mandando el dinero a mi esposa, depositando en el banco, yo estaba cumpliendo como papá. Nunca fui un mal padre, siempre cumplí. Yo me decía: Soy bueno, le doy trabajo a otros, soy bueno, pero el infierno está lleno de buenos, porque por más bueno que seas, si no tienes a Cristo te vas al infierno. El único camino se llama Jesús, tenemos que confesar a Jesucristo para tener vida eterna.
Recuerdo, yo me había separado del grupo en 1995 y del 95 al 98 andaba por ahí cantando, vine muchas veces a Guatemala como Gustavo Lima ex cantante de los Iracundos. Seguía cantando. La última presentación la hicimos en el 98 en Managua, Nicaragua. Con Andrea, mi esposa, nos estábamos separando. Antes quiero contar que compuse la canción “Un par de anillos”, hace 26 años, cuando recién teníamos cuatro meses de novios.
Así andaba yo y el diablo entró a nuestro hogar, aquel que viene a matar, a robar y a destruir. Creí que conocía de Dios, me había bautizado cuando tenía tres meses, tomé la comunión, iba a la iglesia cuando se moría un pariente, cuando me casé, cuando cometía una travesura ahí en la iglesia me arrodillaba y decía: Perdóname Señor, luego salía, me sacudía las plumas, para seguir pecando, porque no tenía el temor a Dios, cuando no tenemos un encuentro con Jesucristo no tenemos temor a Dios, lo tenemos de cuate, de amigo que nos perdona. No se puede tener una vida mecánica de que si me caigo, me levanto, que si me caigo, me levanto. Esto no es un buen testimonio.
Recuerdo, estaba en Managua, y ya teníamos abogados para separarnos, ya el diablo había entrado y nos había puesto abogado, había puesto todo para destruir a la familia, el primer ministerio que Dios creó es la familia.
Cuenta Andrea
Nosotros nos encontrábamos viviendo en California. Yo seguía a la búsqueda de algo, pero no sabía qué buscaba, porque en mi corazón existía un vacío, no había con que llenarlo. Y un día le dije a mi marido: ¿sabés una cosa? Me voy a trabajar.
- ¿A trabajar, mí esposa a trabajar? – me dije yo- Si no le falta nada, casada con un argentino, no le falta nada. ¿A trabajar -le volví a preguntar? Pero si no te falta nada.
-No, no, no. A mi lo que me hace falta es éxito profesional, entonces me voy a trabajar.
-Bueno, entonces yo te conseguiré un trabajo, ¿te parece bien?
-Me parece bárbaro.
En la compañía de discos pregunté si había un puesto para que mi esposa trabajara. Yo estaba al cuidado de la casa, había conseguido a una persona que cuidara de los niños. Empezaba a trabajar, no estábamos separados todavía, pero tampoco nos llevábamos bien, era la primera puerta que se abría, eso no significa que usted hermana no vaya a trabajar, usted es la ayuda idónea o la doña que ayuda, trabaje, vaya a trabajar, pero cuidado con las amistades, hay envidia en la calle. Entonces, Andrea empezó a trabajar.
Así es -dice Andrea-, en la actividad de promoción de los artistas hacíamos el mismo trabajo. Un día me encontraba en Nueva York, otro en San Francisco, otro día con don Francisco. Entonces las cosas empezaron a cambiar en casa, porque ya no estaba mamá con los niños y también nuestro matrimonio estaba siendo un matrimonio por celular, porque él por sus viajes y yo con los míos, nos encontrábamos muy poco. Las cosas empezaron a cambiar, cada vez para peor. Realmente a nosotros la sociedad nos decía otra cosa, porque la sociedad tiene trastrocados todos los valores que Dios puso, pero a nosotros nos gustaba lo que hacíamos y como estábamos ciegos pensábamos que lo estábamos haciendo bien.
A Dios gracias, me envió a esta compañía donde estaba un angelito, pero cuando a mí me mandaban a trabajar con ese angelito, pedía que ya no, que no contaran conmigo, que mandaran a otro con él.
-¿Qué te decía el angelito – pregunta Gustavo-, que no querías trabajar con él.
-Hablaba de Dios, hablaba de Jesús. Pero yo creía que con Dios tenía una relación perfecta. Él, mi marido, en su trabajo, y yo en el mío, cada uno por su lado.
-¿Qué pasó? ¿Dios tenía un plan? interviene Gustavo.
- Un día, después de que yo no le quise escuchar por bastante tiempo, este angelito tenía que ir a filmar un video a Houston, así que esa vez dejé que me hablara de la Palabra de Dios en el viaje de los Ángeles a Houston y de regreso a los Ángeles. Dejé que me hablara, porque del avión no me podía escapar.
Lo escuché, pero cuando regresé a los Ángeles pensé que también me podía sacudir las plumas y seguir como siempre. Pero no sabía que esas palabras las había guardado en mi corazón, siguieron pasando los días, siguió pasando el tiempo y yo agradezco a Dios, porque Él usa lo que sea para llamarnos la atención. Un día me hijita, tenía ocho años de edad y yo otra vez iba a salir de gira, se llevó las llaves de mi carro y dijo: Para que mamá no se vaya más. Realmente en ese momento me di cuenta de lo que estaba pasando en mi casa, con mi familia, con lo que más quería, la realidad que lo que pensaba que estaba construyendo con mis manos, lo estaba dejando perder.
En ese momento Dios pasó mi vida frente a mis ojos como en una película. En ese momento me sentía muy triste, muy sola, muy aturdida. No sabía qué hacer. No sabía qué hacer para recuperar todo eso que se me estaba perdiendo. En ese momento me recordé de ese angelito que tanto y tanto me había estado hablando de Dios. Corrí al teléfono y le dije: Rabito quiero que me hables de ese Jesucristo del que tanto me hablaste y nunca te quise escuchar. El 18 de agosto de 1999, vino a mi casa y me volvió a compartir de la Palabra de Dios. En ese momento yo le entregué no sólo mi corazón sino mi vida, todas las cargas, las mochilas, los dolores, todo lo que tenía a Jesucristo. En ese momento en el que yo recibí al Señor en mi corazón, empecé a sentir una paz que Él me regalaba. En ese momento comprendí que tenía que empezar a luchar contra mi primer gran gigante que era traer al hermano Lima a los pies del Señor.
Habla Gustavo
Y se pusieron de acuerdo Rabito, Víctor Medina, Andrea y sobre todo el Señor para convertirme a mí. Yo acaba de sacar un disco como solista y andaba en la promoción en cada estado de los Estados Unidos, pero ya grande, tendría como 45 años. Estaba con otro proyecto y recuerdo que me hablaban, que me invitaban, que Rabito me hablaba de Cristo. Oscar Medina me hablaba de Cristo, me hablaban. Más iracundo me ponía yo, ¿sabe que iracundo significa estado de ira y de enojo? Pero los tiempos son de Dios, así que como a los tres meses, viniendo de Atlanta, Rabito me dejó una invitación en el celular para ir a la iglesia, venite volando, es muy lindo. Yo me había comprado un carro deportivo impresionante, negro, convertible, precioso, el carro era convertido yo no. Pensé dentro de mí que en ese momento me estaba separando, que el diablo tenía planes para mí que hasta carro me había dado. Luego tomé la ingrata resolución de no ir a la iglesia, es perder el tiempo, que vaya mi esposa. Guardé el mensaje desde el viernes. El domingo quise ir a probar este carro, entonces vivíamos en Malibú, como a unas quince millas. Yo que quise salir de Malibú por las costas del océano. Le dije a Andrea que como a las tres de la tarde regresaría par ir al supermercado juntos, Salí con ese carro. El carro se fue por otro lado y quince minutos antes de la hora del servicio estaba estacionado en la iglesia, en la que Rabito me había invitado.
Ahí estaba, para Andrea ¡sorpresa! Vi caras que conocía, que había visto en las pistas de baile. Pero ahí estaban gozándose, alabando. Dios te bendiga, me decían, me venían a saludar. Entré a la iglesia y la encontré toda rara, no había imágenes. Rabito se alegró y me llevó a sentar. Ahí estaba su esposa. Escuche una música tranquila, pero de pronto vi cabezas blancas, y al final una pared y una cruz de madera gigante. Cuando vi la cruz sola pensé que se habían robado a Cristo. Yo no sabía que esa cruz está vacía, porque Él no esta muerto, está vivo, está a la diestra del Padre.
Empecé a cantar improvisando, y el pastor dio la prédica, luego hizo el llamado. Me empezó a tocar el Señor y empecé a cantar y una voz grave y distorsionada me dijo: ridículo, ridículo hace quince días tenías un escenario repleto y todos te aplaudían. Sentate ridículo. Pero una voz más fuerte y hermosa me dijo: Te elegí desde el vientre de tu madre, mi nombre es Jesús y te voy a mostrar cosas ocultas, levántate y me levanté. Ese 12 de diciembre de 1999 hice la mejor decisión que he hecho en mi vida. Cuando el pastor hizo el llamado corrí hacia adelante desesperado, llorando, ya casi había perdido a mi familia, ya no tenía dinero ni fama, ni amigos que pudieran sanar mi corazón, solamente Cristo, porque sin Cristo no tenemos nada.
Y con un poco de vergüenza me fui acercando al altar. Veía cómo el Señor en una cámara me miraba, vi cosas que salían de mí, y dije ¡qué lindo es esto! Andrea me dijo que el jueves tendríamos que ir al estudio bíblico. Tres meses antes estaba en Managua cuando llamé a Andrea que no contestaba el celular y estaba en casa. Ella me dijo que ya no trabajaba más, “cuando vuelvas te lo digo” y me dijo que había recibido a Jesús.
Así empezó una vida de restauración. Empezamos a hablar de otra manera, a actuar de otra manera, busqué una iglesia, me congregué, aprendí que sólo debemos servir a un solo Dios, aprendí que no podía cantarle al mundo, porque cuando le dije al pastor que me iba a Guatemala y El Salvador, que tenía muy buenos contratos, que me dejaban en un fin de semana 25 mil dólares para mi limpitos. Le conté que yo era el cantante de los Iracundo, como no sabía nada, porque había crecido en Cristo. Le dije que “Los Iracundos son un grupo así, asá, yo canto, la gente se enamora, tira pañuelos, se suben a las mesas, catando venite volando, chupan, saltan. El pastor todo asustado me pregunta ¿a dónde va usted? Usted no puede servir a dos dioses o sirve a uno o sirve a otro.
Pero mire Pastor, le digo, son 25 mil dólares, me voy jueves y vuelvo lunes. Y el pastor me dice Dios tiene grandes cosas para usted y a medida que me hablaba, yo miraba como los 25 mil se me volaban. No había aprendido a sembrar y miraba como la plata del banco se venía para abajo. Llegó el año, teníamos que pagar la casa y los carros y no había dinero. ¿Será que el dueño del oro y la plata deja a sus hijos en la calle? Voy a tener que cantarle al mundo. Mientras tanto, Andrea hizo la primera siembra en la radio Nueva Vida que necesitaba comprar unas antenas, ¡hizo la primera siembra en contra de mi decisión! Ella me dijo que teníamos que diezmar, ofrendar, sembrar, yo había aprendido a dar limosna y eso es lo que nos sobra y Dios no, nos mandó limosna sino lo mejor que tenía que es Jesús, lo mejor que tenía, era Su Hijo. Dé lo mejor que tenga para el Señor. Ese día Andrea firmó el cheque de cien dólares, los últimos dólares que teníamos y como buenos cristianos volvimos a la casa y no le hablé en todo el camino.
Dios me probó, pasaron como dos horas, Andrea vino con un sobre y me lo puso en la mesa y me dijo “ahora probadme en esto”. ¿Probadme en esto? Abro el sobre y estaba un cheque de 19 mil 600 dólares de la canción un par de anillos, de regalías que no me pagaban. Ahí rompimos la maldición de no sembrar, de no creer, que Dios quiere que sembremos en tierra fértil, es la siembra que duele. Después vino de 33 mil dólares de la canción de “Un sueño”, como de 90 mil dólares en menos de tres meses. El mundo te puede dar buenas cosas, pero nunca como las que Dios nos da. No necesito del mundo y ya no vuelvo a cantar.
Cuidemos nuestro testimonio para cuidar lo que hizo Dios en nosotros, y evitar que la gente se vaya. Tenemos que mantener el fuego en el matrimonio, el diablo usa mucho la rutina, cuidado con la rutina, porque entra a tu vida y te va matando poco a poco y luego viene el odio, el rencor. Tenemos que tener un buen vocabulario para dar un buen testimonio. Cuidar el testimonio delante de nuestros hijos y de quienes nos rodean.
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