Detrás del Zócalo en la Ciudad de México, en la parte no destinada para los turistas del Centro Histórico, pasando la Calle de la Moneda, se levantan varios altares gigantes de La Santa Muerte. De noche, no falta quien le lleve serenata, banda sinaloense y mariachis. Nadie toca el altar ni se mete con los devotos. Impera el respeto y tomar fotografías es casi imposible.
Desde hace más de tres mil años, La Santa Muerte es una figura mexicana de veneración que combina elementos del catolicismo con el culto prehispánico a los muertos. Aunque en algunas ocasiones se ha vinculado a este culto con distintos tipos de delincuencia, principalmente el narcotráfico, no siempre es así.
En opinión de David Martínez-Amador, Profesor de Antropología Clásica y Etnografías del Crimen Organizado en la Universidad Rafael Landívar, de Guatemala: “El narco tuvo formas de culto profundamente católicas en sus inicios. Posteriormente, el culto de Jesús Malverde fue la otra variación de estas expresiones de narcocultura. Pero el culto a La Santa Muerte no es más que la expresión de un colectivo que, en su raíz histórica, ha vivido y convivido con la muerte, haciéndola parte de ella”.
UN CASO AISLADO.
El académico reconoce en una entrevista con EFE que, en sus orígenes, el mundo azteca fue violento y que los procesos revolucionarios a principios del siglo XX en México jugaron y popularizaron la figura de la “Catrina” (La Muerte). “Ahora, en efecto, existe una visión más oscura con La Santa Muerte, pero su semilla no está en el narcotráfico”, puntualiza.
Los profesionales de la etología demuestran que el comportamiento instintivo agresivo tiene, en los animales, carácter de supervivencia. Pero en el ser humano muchas son las razones que hacen que se llegue a la acción violenta: cosmovisiones éticas, emociones exacerbadas, lógicas discursivas, deseos de adquirir. Y uno de los matrimonios más típicos con la violencia ha sido y será, según Martínez-Amador, la religión.
Respecto a los sacrificios humanos de Sonora, el profesor indica: “que algunos grupos violentos usen el culto es una situación periférica. Se podría decir lo mismo de la santería y sus rituales. Algunos sí conllevan sangre, pero jamás están diseñados para corromper el espacio publico”. Y añade que “lo sucedido en Sonora es simplemente eso, exceso de un grupo de salvajes radicales, lo cual no justifica la paranoia de afirmar que el culto a La Santa Muerte es una apología del sacrificio humano”.
Coincide con él, Ricardo Luévano, Maestro en Derechos Humanos y Democracia de la Facultad Latinoamérica de Ciencias Sociales (FLACSO México), en una conversación mantenida con EFE.
A la pregunta de si el culto a La Santa Muerte incluye sacrificios humanos como una práctica común, el experto responde con un tajante “no”. “Lo ocurrido es un caso aislado de interpretación y fanatismo religioso por parte de una mujer que más bien hace referencia a Charles Manson y el convencimiento de que La Santa Muerte requiere de estos asesinatos”.
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