Poco después de morir Darwin, su hijo Francis reunió los escritos del ilustre científico para publicarlos y honrar su memoria. Darwin es para muchos el mayor naturalista de la historia, pues descubrió que las especies no son estables, sino que evolucionan, y esto se produce porque las condiciones del ambiente cambian. Y las especies que se adaptan a esos cambios, sobreviven, y las que no, dejan de existir.
Por otro lado, Darwin propuso que del mismo modo que las especies evolucionan, los seres humanos también. Sus investigaciones dieron con la idea de que nuestros ancestros eran los monos. Los descubrimientos de sucesivos antecesores del hombre, avalan sus postulados.
Todo ello produjo una quiebra en el pensamiento cristiano aún mayor que la que efectuó el heliocentrismo copernicano. Quizá la tierra no era el centro del universo, pero el hombre seguía siendo una creación de Dios… hasta que llegó Darwin. Tras sus descubrimientos se desató una fogosa polémica que dura hasta nuestros días. En muchas escuelas norteamericanas e incluso británicas no se acepta la teoría de la evolución, y se sigue enseñando que provenimos de Adán y de su costilla, tal como lo relatan las Sagradas Escrituras.
Darwin es usado como una piedra que se tiran unos y otros para demostrar que Dios existe o que es una ilusión.