Era un gran día de clamor y lágrimas, habían personas que buscaban por debajo de los carros; otras personas, que sabían que había ocurrido el arrebatamiento, se encaramaban arriba de los carros y gritaban: -¡Señor, Señor, te olvidaste de mí, llévame, llévame, ¿porqué me quedé?, ¡no me quiero quedar aquí!- y extendían sus manos hacia arriba y se empinaban diciendo: “Señor, Señor”… lloraban desconsolados, y se decían:
-¿porqué, porqué me quedé, porqué me quedé aquí?-
Y otros decían:
-“yo no sabía que me iba a quedar”-.
En ese momento grito y lloro y le dije: -¡Señor, Señor, yo también me quedé, porqué Señor!- y lloraba. Fue cuando escuché al Señor Jesucristo que me dijo: -“hija, esta es una visión de lo que sucederá para los que se quedan, tu estás fuera de la visión”-.