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Yiye Avila, una vida de entrega y dedicacion a Dios.



Por casi medio siglo, ha llevado 
las buenas nuevas de salvación y sanidad, alcanzando a millones de personas alrededor del mundo.
Hablar de Yiye Ávila y su ministerio es hablar de muchas experiencias. Al momento que se entra a sus oficinas, se percibe el aire de respeto y admiración de los empleados por "el Presidente", como le llaman. Las paredes forradas con placas, llaves de ciudades y recono­cimientos de líderes eclesiásticos, alcaldes de ciudades, gobernantes y presidentes, tanto de su país como del exterior, es notorio. En el centro de la pared, la foto de ese rostro reconocido por chicos y grandes.

Desde que entregó su vida al Señor hace 46 años, ésta cambió radicalmente. Este humilde siervo de Dios, ha recorr­ido el mundo entero por medio de sus campañas evangelísticas y de su programa televisivo "Cristo Viene", predicando las buenas nuevas de salvación y causando que millones de personas sean liberadas y sanadas por el poder de Dios.
José Joaquín "Yiye" Ávila nació el 11 de septiembre de 1925 en Camuy, Puerto Rico, y fue hijo único de Pablo Ávila y Herminia Portalatín, quienes entregaron su vida al Señor y hoy moran en su pre­sencia. Desde joven luchó por destacarse en todas las metas que se proponía. Obtuvo un bachillerato en Ciencias Naturales de la Universidad Interamericana de San Germán, Puerto Rico, y completó su preparatoria médica, con miras a continuar estudios en medicina. En el 1950, se unió en matrimonio con Carmen Delia "Yeya" Talavera y procrearon tres hijas: Carmen Ilia (quien mora con el Señor), Iris Noemí y Doris Myrna. Hoy ya tienen nueve nietos y tres biznietos hermosos.
Fue educador de química y biología por 23 años, pero en su tiempo libre se dedicó al deporte. Por 15 años jugó béisbol aficionado, aunque se destacó mayormente en el fisioculturismo. Fue en este deporte donde obtuvo el título de Mr. Puerto Rico en el 1952, y el título de Mr. Norteamérica en el 1954, en su división de estatura. Una artritis reumática crónica puso fin a su ca­rrera deportiva a los 30 años de edad.
De deportista a evangelista
Al poco tiempo del diagnóstico de la artritis, Yiye Ávila escuchó en la televisión el mensaje de salvación a través del evangelista Oral Roberts, y ahí mismo aceptó a Jesús como su Salvador personal. No sólo Dios lo salvó, sino que también lo sanó milagrosamente. Hoy, a sus 81 años, goza de gran fortaleza física y salud excelente, pues mantiene una dieta alimenticia a base de frutas y vegetales acompañada de ejercicios, los cuales son un factor decisivo para una salud vigorosa, recalca él. Mientras Vida Cristiana lo entrevistaba, se preparaba para realizar su programa del mediodía en vivo para la televisión. Todavía sale dos veces, y hasta tres, al mes a predicar en campañas, tanto en Puerto Rico como en el extranjero.
El milagro de su salvación y la sa­nidad de su cuerpo no se quedaron ahí. Yiye Ávila comenzó a compartir con otros lo que Dios había hecho en él. En el 1962, comienza su ministerio de predicación, sin tan siquiera imaginarse los planes que Dios tenía para él. Funda la Asociación Evangelística Cristo Viene en Camuy, donde actualmente laboran 120 empleados. En el 1988, adquieren el primer canal de televisión en la Isla, y hoy no sólo abarcan a Puerto Rico con sus siete canales, sino que a través de La Cadena del Milagro Internacional se transmite el mensaje de salvación 24-7 a más de 128 países alrededor del mundo. Todo ello a través de cuatro satélites y cientos de canales de televisión que retrasmiten la señal a toda América Latina, el Caribe, Estados Unidos, Europa y países del Occidente. Además, publican la revista La Fe en Marcha, la cual distribuyen gratuitamente a todos sus contactos.
Cuando Vida Cristiana le preguntó si se imaginó alguna vez llegar a tener este ministerio internacional con cadena de televisión, radio y ahora la Internet, nos contestó: "Realmente, yo pensé en echar para adelante, pero no estar cubriendo el mundo entero como estamos ahora con cuatro satélites que cuestan 235,000 dólares mensuales. Sinceramente, uno se queda atónito cuando mira hacia atrás y ve la mano de Dios obrar. Él es el que me ha dado la fortaleza hasta ahora, y siempre ha suplido todas nuestras necesidades".
Comienzan los milagros
Yiye Ávila ha escrito más de 16 libros, algunos siendo éxitos de ventas, como: La ciencia de la oración, El ayuno del Señor, ¿Pasará la Iglesia por la Gran Tribulación?, y ahora su más reciente, Mis experiencias con Jesús. De este último nos explicó que contiene 63 experiencias que Él tuvo exclusivamente con Jesucristo. Quisimos que nos contara la más impactante en su vida: "Esa fue la primera, ya que fue impresionante, estar en la presencia del Señor y hablar con Él. Tiene como nombre 'El pelotazo'. Yo en el mundo estaba en el deporte todo el tiempo. Jugué béisbol clase A y doble AA como 15 años, y después competía en fisicultu­rismo y levantamiento de pesas. Pero, en esta ocasión, fue la última vez que jugué béis­bol, y me despidieron de una forma no muy hermosa, porque uno de los lanzadores me dio un pelotazo, aunque no fue a propósito. La bola me pegó aquí (señalando la sien izquierda), un lugar tan delicado como ese. Pero yo seguí jugando como si nada.
"Pero al tiempo, sentí un dolor ahí, y me encerré en una habitación en casa, y dije: Señor, yo no voy a ir al médico, porque ahora te tengo a ti. Hoy me voy sentar en la cama recostado a la pared, y te voy a esperar. Yo de aquí no me levanto por nada hasta que tú no vengas y me sanes. Y así lo hice. Pasaron las 12 de la noche, y como a eso de las 4 a.m. oí cuando se abrió la puerta de la casa, que estaba en el piso abajo, y entró alguien. Esa persona comenzó a caminar por el pasillo hasta que llegó al frente de mi puerta, sentí que la abrieron, aunque estaba cerrada por dentro con llave. Y cuando entró, me quedé atónito. Un hombre alto con pelo blanco que le caía en sus hombros, con una túnica blanquita que resplandecía, llegó frente a mí; levantó la mano y me la puso en la sien. Tenía un fuego en la mano e ins­tantáneamente la molestia se desapareció. Quitó la mano y se quedó mirándome un rato, y luego se fue. Yo escuché sus pasos cuando se fue. Esa fue la primera experiencia, donde pude ver a Jesús tal como Él es".
En sus campañas ocurren milagros que no sucedieron en el tiempo bíblico. Con relación a esto, Ávila explica: "Esos milagros no ocurrieron cuando Jesús ministró en la tierra ni por los apóstoles, porque eran milagros para el tiempo del fin. Son cuatro milagros específicos que son: rebajar el sobrepeso a la gente, aumentar el bajo peso, poner un arco a los pies planos y arreglar la dentadura a la gente", explica Ávila. "El primero que yo vi, fue el de una jovencita que me dijo: 'Mira lo que Dios me hizo en la campaña anoche'. Cuando ella abrió la boca, había una muela empastada en oro. Pero lo lindo era que resplandecía. Le dije a la niña: 'Es la primera vez que veo un milagro así. Dile a tu mamá que te lleve donde el dentista y que te revisen bien la boca. Lo que él te diga, mañana vie­nes y me lo dices'. Al siguiente día, vino la niña y me dijo: 'Dice el doctor que ese material no lo hay en la tierra, que cómo fue eso, qué pasó’. Entonces, pocos días después, sucedió con otra persona. Fue algo que yo no lo esperaba. Esta vez, Dios le puso un empaste en forma de paloma y era el mismo oro que vi en la primera. Se veía todo lo que tiene una paloma –la cola, la cabeza– llenando senci­llamente una carie. Y de ahí siguieron los milagros. Ahora mismo, cuando estábamos el sábado pasado en una campaña, una hermanita subió con un niñito muy lindo como de 5 añitos. El Señor le había hecho un empaste que res­plandecía y el dentista le dijo que nadie podía hacer una cosa así en la tierra.
"En una campana en Nueva York, hace poco, vino un hombre gruesísimo. Les hablé sobre los cuatro milagros que el Señor haría en esa campaña, para que tuvieran la convicción de que estamos en los últimos días. De pronto, vi que ese hombre se estaba agarrando los pantalones, salio corriendo y se fue. Me preguntaba qué le pasaría a ese hombre. Al otro día, volvió y me dijo: '¿Usted me vio anoche?'. 'Como no te voy a ver, un hombre tan gordo, y luego saliste como huyendo, ¿qué te pasó?'. Me dijo que sintió cuando los pantalones le empezaron a quedar sueltos, que cuando vio que se le iban a caer salió corriendo a su casa. En la mañana se pesó y había rebajado 63 libras en un instante.
"Eso yo no lo había visto nunca antes en el ministerio. Después de eso, Dios les ha seguido rebajando el sobrepeso a las personas, pero también comenzó a aumentar el bajo peso. Vino una joven alta y delgadita a una campaña, que cuando se oró por los enfermos sintió algo raro en su cuerpo. Sentía que se le iba a romper la ropa en su cuerpo y cuando llegó a la casa por poco no se podía quitar la ropa. Luego, cuando se pesó había aumentado 20 libras en un momento. No es tanto el peso, sino el milagro; esas cosas nunca las hizo el Señor en su ministerio terrenal ni tampoco los apóstoles, porque era para los últimos días como confirmación de que en cualquier momento nos vamos. Ese es el milagro más grande que yo estoy esperando."
Al preguntársele por qué él cree que estos milagros no suceden hoy en día en las iglesias, respondió enfáticamente: "Bueno, hermana, es que si ellos no lo creen, no hay caso. Y si no lo buscan tampoco hay caso. Porque a las cosas de Dios hay que darle una importancia grande y las iglesias todas deben estar orando por los enfermos en todos los cultos. A veces, pasa una semana y no se ora [por los enfermos]. Hoy en día, no se supone que haya nadie enfermo en el pueblo de Dios, porque el Señor dijo que 'el mal no te tocará, ni plaga alguna tocará tu morada' (ver Salmo 91:10). ¿Y qué significa eso? Que no se enfermaría nunca; sin embargo, cada vez veo más enfermos en los estadios. Hace poco le pregunté al Señor por qué hay tantos enfermos, y el Señor me contestó: 'Porque no creen. Cuando el diablo viene y le pone un dolorcito, no tienen nada; es una mentira del diablo, porque yo dije que ningún mal te tocará, ni plaga alguna llegará a tu morada'. Pero, la gran mayoría corren para el médico, que es un error, porque si Cristo dijo 'yo soy el que sana todas tus enfermedades', entonces ese es el médico de nosotros. Si clamamos a Jesús, Él no tiene dificultad ninguna para sanar cual­quier cosa: sobrepeso, bajo peso, lo que sea. Entonces, lo que hay que enseñarle al pueblo es esta verdad tan sencilla".
Cristo viene pronto
Yiye Ávila ha visitado casi el mundo entero y compartido con pastores y líderes en muchos países. Ha visto a la Iglesia pasar por muchos cambios. Él lo expresó de esta manera: "La Iglesia de hoy no es la misma de cuando yo me convertí. Hoy día no hay el fervor espiritual que había antes, porque muchas cosas mundanas han entrado a la iglesia. La Palabra dice que no debemos tocar las cosas del mundo, el que lo hace se enfría y pierde el calor. Por eso vemos tanta superficialidad, haciendo difícil que los pecadores se conviertan. Según los años se acercan hay un temor de muchos, porque Jesucristo dijo que cuan­do sonaran las trompetas unos serán dejados y otros serán tomados. También dijo que a los tibios los vomitará por su boca y eso lo estamos predicando en todos los sitios, en todos los tiempos. Los que se queden van a saber lo que es el anticristo, la gente satánica, el falso profeta que van a estar acá abajo con autoridad total. En ocasiones, le digo a la gente que, aunque me digan que yo repito tanto las cosas, esto es lo único que voy a predicar porque es a lo que el Señor me ha enviado. Por eso hay que estar en fuego".
A la pregunta de si tuviera que volver a empezar su vida una vez más, qué haría diferente, respondió: "Yo oro a Dios y le pregunto: Señor, por qué vine a convertirme cuando tenía 30 años de edad, y a los 35 fue que empecé a predicar. Por qué tú no me dijiste antes para empezar; ahora le caería como el que mata piojos. Es que no hay nada más importante, ni nada que ocupe la mayor bendición de que la gente no se vaya para el infierno. Casualmente, estoy leyendo un libro de un testimonio muy impresionante, donde revela que el infierno sí es real; ese es el punto importante".
Un precio que pagar
Para Yiye Ávila no hay bendición más grande que ver las vidas acudir al llamado de salvación, verlas libres del pecado y de la maldición de la enfermedad. Su caminar con Dios ha sido uno de mucho sacrificio, ha tenido un precio que pagar. Tuvo que entregar tres cosas importantes en su vida por amor de Aquél que lo salvó. Él es primero que nada, expresa él. "Este fue mi reto: tuve que entregar el magisterio después de 21 años de trabajo; renunciar a la práctica del deporte que era mi pasión; y, como si fuera poco, fueron muchas las ocasiones que me tuve que apartar de mi familia. Le doy gracias a Dios por mi esposa Yeya, quien se dedicó por entero al hogar y al cuido de mis hijas. No fue fácil, pero Dios tuvo cuidado de ellas." Hoy, su hija Iris Noemí sirve como evangelista y consejera en su ministerio.
"Ha sido un caminar duro, lleno de lágrimas, porque se llora. Se llora ante Dios y se llora por las almas. Han sido largos días en el estudio de la Palabra, de ayuno y oración ante el Señor, buscando su guía, pidiendo y clamando por las almas. Ha habido momentos en que me he sentido triste, me he enfermado, me he sentido débil y sin deseos de seguir. Me han humillado, calumniado, han dicho cuántas cosas de mí, pero siempre me he refugiado en el Señor. Él ha sido mi Roca Fuerte y Alto Refugio, mi Consolador, mi Maestro y Mentor. Lo amo más que a mi vida."
Una de sus mayores pruebas sucedió cuando le mataron a su hija Carmen Ilia. Ella residía en los Estados Unidos donde conoció a su esposo. Ambos le dieron la espalda al Señor y comenzaron los pro­blemas. "Mi hija decidió separarse. Un día, los niños recibieron a su papá en la casa cuando ella todavía no había llegado del trabajo. Ahí la esperó y con un cuchillo la mató. Cuando me trajeron la noticia estaba yo sentado aquí mismo. Yo oraba por ella todo el tiempo, así que le dije: 'Gracias, Señor, que salvaste a mi hija', aunque ella se había apartado del Señor. Como yo tengo una promesa de Dios de que Él salvaría mis hijos, yo le dije que no me tenía que explicar nada. A los días, Dios me la mostró vestidita de blanco con un rostro de alegría, de gozo. Aunque no le pedí confirmación, Dios me confortó mostrándome lo linda que estaba. Y a los dos o tres días, volvió y me la mostró. Estaba acostada en el piso amarrada con cadenas, y entonces vi y escuché que las cadenas se rompie­ron, y ella se levantó y empezó a subir, riéndose. Después, el Señor me dio una última más. Es que Dios es mucho más lindo de lo que nosotros mismos creemos. Vi un automóvil, pero aquel automóvil era una belleza tan grande, que no he visto cosa igual en la tierra. Cuando me acerqué, había una persona sentada en el asiento de atrás, y cuando me asomé era mi hija. Yo le dije: 'Ilia, pero qué linda tú estás'. Entonces, el Espíritu Santo me dijo: 'Dios te la trajo para que tú veas como está. Que Dios no falla en cumplir su pa­labra y des ese testimonio a otros'."
Tiempo después a este suceso, Yive Ávila visitó en la cárcel al padre de sus nietos, quienes vinieron a vivir con sus abuelos luego de la muerte de su madre. No sin antes haber orado y ayunado por esa visita, allí le habló del amor perdonador del Señor y de lo que Dios le había mostrado de su hija. El hombre se arrepintió y le sirvía a Dios dentro de la cárcel, según las noticias que recibieron posteriormente a su visita.
Dejar un legado
Cuando se trata de aconsejar a los líderes, evangelistas y pastores jóvenes que se levantan y quieren imitarlo, él les aconseja que imiten a Jesucristo. "La Biblia dice que Jesús acostumbraba ir al monte bien de madrugada, aún de noche, a orar. Hoy no tienen que ir a ningún monte, madruguen a orar, tengan un buen periodo de oración para que preparen su día, para recibir las bendiciones y la guía que el Señor les quiera dar. Además, la Biblia dice que hay demonios que no salen si no es con oración y ayuno. Pídanle a Dios que les dirija a ayunar, no lo hagan a lo loco. Sé de un joven que se metió en un ayuno de 40 días, pero Dios no le había hablado nada, y se murió. Una vida entregada a Cristo no es una vida aburrida, al contrario, es una vida llena de aventuras. Además, creo que es importante no empujar o esforzar a los jóvenes, sino simplemente aconsejarlos, guiarlos por el buen camino, para que cuando lleguen a viejos no se aparten de él."
Si nuestros hijos o nietos algún día nos preguntaran quién es Yiye Ávila, sencillamente les podemos responder: "Un hombre fiel al Señor y obediente a su Palabra". Es esa Palabra la cual continúa leyendo con más gozo que cuando comenzó. La ha leído completa en más de doce ocasiones.
Yiye Ávila no piensa en retiro, mucho menos en dejar de predicar. Respecto a su edad y la muerte dice: "La Biblia dice que la vida del hombre es de 70 a 80 años. A mi mamá se la llevó Dios cuando ya tenía 95 años de edad. Sé que el tiempo está tan corto, por lo que mi oración principal es: Señor, mantenme vivo un rato, pero sano y fuerte como estoy ahora mismo. Ya estamos en el 2007, yo creo que nos vamos pronto. En realidad, no quisiera que me hicieran nunca esa pregunta. Pero lo que sí es que estamos todo el tiempo trabajando. Este año, de enero a junio, tengo dos campañas por mes, y en uno de esos meses tengo hasta tres campañas. Mientras el Señor no venga, hay que seguir trabajando."

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