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Acecino sin piedad Boricua Confiesa su Espantoso Crimen “nada es oculto que tarde o temprano sea manifiesto esa es la Ley de Dios”

Pedro Hernández está acusado por haber dado muerte al niño Etan Patz hace 33 años. (AP)
Por José A. Delgado de NOTICIAS EL NUEVO DIA"
WASHINGTON - Hasta que su cuñado le delató, el puertorriqueño Pedro Hernández ocultó los detalles del horrendo crimen que ahora ha confesado: ser el autor del asesinato del niño de 6 años Etan Patz, ocurrido hace 33 años en el sótano de una bodega de Nueva York.
La confesión de Hernández, cuya familia se mudó de Puerto Rico a Nueva Jersey a principios de la década de 1970, puede esclarecer uno de los casos de niños desaparecidos que más ha estremecido a Estados Unidos.
Ayer, justo cuando se cumplieron los 33 años del asesinato y en una vídeo conferencia enlazada al cuarto de hospital en que Hernández tuvo que ser internado tras dar señales de una fuerte depresión, un juez encontró causa para imputarle asesinato en segundo grado.

Hernández había sido recluído a primeras horas del día en el hospital Bellevue de Nueva York, ante el temor de las autoridades de que pudiera intentar suicidarse.
Los hechos se remontan al 25 de mayo de 1979. Aquel día, alrededor de las 8:00 a.m., Etan Patz caminó por vez primera solo el bloque y medio desde su casa hacia la parada en que le recogía el autobús escolar. Había convencido a sus padres de que estaba listo para esa aventura.
Aquella mañana Hernández tenía 18 años y era un empleado de una bodega en el SoHo, la emblemática zona del sur de Manhattan conocida por sus galerías de arte y restaurantes.
Bajo la promesa de un refresco, Hernández convenció a Etan -que estaba parado justo al frente de la bodega y vestía una gorra de futuro piloto de la aerolínea Eastern Airlines- a que entrara al edificio, ubicado entre las calles Prince y West Broadway.
Hernández, ahora de 51 años, tenía aquel día, “ganas de matar”, según le contó a los agentes que le comenzaron a interrogar el miércoles, indicó el diario New York Post.
Según el jefe de la Policía de Nueva York, Raymond Kelly, una vez le llevó al sótano del edificio en que estaba la bodega, Hernández le estranguló y descuartizó. ¿Por qué?, le preguntaron. “No sé. No sé”, respondió Hernández, según los extractos de la confesión.
Una vez le dio muerte, Hernández relató que puso los restos del niño en una bolsa, caminó por la acera y la soltó junto a bolsas de basura, a una cuadra y media de su antiguo trabajo.
La desaparición de Etan Patz conmocionó entonces a este país. La foto del niño se convirtió en la primera imagen que se imprimió en cartones de leche para notificar la desaparición de un menor.
Motivado por el caso de Etan, además, el presidente Ronald Regan declaró el 25 de mayo como el “Día Nacional de Niños Desaparecidos”.
Le cierran el cerco
La alerta inicial sobre Hernández habría sido dada por su cuñado José López, tras ver en abril un reportaje de televisión sobre una búsqueda de los restos de Etan en un edificio cercano a la residencia de los padres del niño.
“Hace unos años se comentó que había hecho algo”, dijo López a la cadena ABC, al aludir a los rumores de que su cuñado hizo cosas nefastas cuando era joven.
En 1981, Hernández le habría contado a algún familiar que cuando vivió en Nueva York “maté a un niño”.
Pero, hasta esta semana, nadie le interrogó, a pesar de que su nombre, según la Policía, estuvo en el listado de personas a entrevistar de un detective que investigó el asesinato del niño.
Tras confesar, el jefe policial Kelly dijo que Hernández tenía “remordimientos”, pero parecía estar aliviado.
Hernández ha tenido como residencia un apartamento de Maple Shade, en Nueva Jersey, en el que ha vivido durante los últimos cinco años con su segunda esposa, Rosemary, y su hija Becky, de 20 años y quien es estudiante universitaria.
Por años trabajó en la construcción, según vecinos, que le describieron como una persona introvertida. Pero, tras quedar incapacitado para trabajar, durante las últimas dos décadas ha recibido asistencia del Seguro Social.
Junto a su esposa iba a misa en la iglesia evangélica “Maranatha Christian Fellowship”.
Mientras Hernández le confesaba a las autoridades su oscuro pasado, su esposa y su hija acudieron a contarle su pesadilla al pastor George Bowen.
“Estaban devastadas”, relató Bowen al New York Daily News.
Sus vecinos también quedaron atónitos con la noticia. “(Los Hernández) son la clase de vecinos que todo el mundo quiere tener, porque no molestan a nadie”, dijo Richard Hammel al diario The New York Times.
Para los padres de Etan, Stan y Julie Patz, el arresto de Hernández fue altamente inesperado, pues siempre consideraron como sospechoso a un agresor sexual identificado como José Ramos y quien cumple una sentencia de cárcel.
“Están un poco sorprendidos y abrumados”, señaló el agente Christopher Zimmerman, encargado del escuadrón de personas desaparecidas en la Policía de Nueva York.
Desde la desaparición de Etan, sus padres mantuvieron su misma residencia. Tampoco cambiaron el número del teléfono. Esperanzados en que su hijo les telefoneara o retornara a casa.

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