Esta “línea roja” no se trata sólo de la semántica, sino más bien de la esencia del conflicto. La posición palestina equivale a negar a los judíos el derecho a establecer su Estado en su tierra natal. También indica sin ninguna duda que los palestinos, a pesar de la sabiduría convencional, no están dispuestos a llegar a un compromiso histórico con el sionismo, el movimiento de renacimiento nacional judío. Por lo tanto, una paz estable basada en el reconocimiento mutuo y para acabar con todas las demandas no está en las cartas.
Esto está en marcado contraste con Israel, que reconoce los “derechos legítimos de los palestinos” desde los Acuerdos de Camp David de 1978, y está listo para concesiones territoriales generosas con el fin de implementar una partición de la tierra de Israel/Palestina. La amarga verdad es que la asimetría en el conflicto palestino-israelí no ha cambiado desde hace más de un siglo. En esencia, este conflicto étnico- religioso no se trata de territorio -a pesar de que, obviamente, tiene una dimensión territorial-, sino de asegurar el reconocimiento del otro lado a los derechos nacionales en un determinado territorio.
A pesar de la imagen de falta de credibilidad en mantener los acuerdos escritos, los palestinos realmente dan una gran importancia al lenguaje utilizado en los documentos que se les pide firmar. Yasser Arafat, en general, visto por la mayoría de los israelíes como un mentiroso consumado, se negó en el 2000 a firmar un acuerdo que incluía una cláusula de fin a todas las demandas. Para él, el conflicto podría terminar sólo con la eventual desaparición de Israel.
Hablar de derechos de los judíos a la Tierra de Israel no es concebible en las deliberaciones entre facciones palestinas actuales. Ni siquiera los llamados moderados palestinos están pidiendo un debate entre los palestinos sobre la posibilidad de reconocer el derecho de autodeterminación de los judíos en su patria histórica. Las encuestas palestinas no preguntan si Israel debe ser reconocido como un Estado judío. Los derechos del lenguaje normativo y las normas internacionales en el discurso palestino están reservados sólo a las demandas palestinas, y nunca se aplican para entender lo que los israelíes quieren.
Los esfuerzos de los medios de comunicación palestinos para negar el pasado judío y los vínculos históricos con el Monte del Templo, y hasta el Muro Occidental, indican un compromiso ideológico con la reescritura de la historia.
Fuente: Aurora http://
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