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Tiempos de pestilencias: Fotos que cambiaron a el mundo - Niño hambriento y un buitre al acecho.

Esta es una fotografía que ha ayudado al mundo a levantar su nivel de conciencia con respecto a la pobreza en África y en la cual podemos ver a un niño sudanés siendo acechado por un buitre a su espalda.
Es muy obvio el ver que el niño esta muriéndose de hambre, mientras el buitre espera que este finalmente lo haga, para así el poder tener una buena cena.
Nadie sabe que sucedió con el niño quien al momento de ser fotografiado, en 1994, se encontraba arrastrándose hacia un campamento de alimentos de las Naciones Unidas.
El fotógrafo Kevin Carter gano un premio Pulitzer por esta escalofriante imagen, aunque tres meses después el se suicido. 
Su amigo más cercano, Joao Silva, y quien se encontraba con Kevin en los momentos en que esta imagen fue tomada, cuenta como sucedieron los hechos:
“Nosotros hacíamos parte de una misión de entrega de alimentos por helicóptero y se nos había dado media hora para que tomaramos las fotos que pudieramos lograr.
Carter nunca se alejaba mas de 10 metros del helicóptero, mientras que yo si lo hacia mucho mas. Esta ocasión era la primera para Carter con victimas de una hambruna así que empezó a tomar fotos de todo lo que podía.
El niño había sido dejado solo momentáneamente mientras sus padres iban a traer un poco de maíz. Carter dedico más o menos 10 minutos organizando la toma y luego asusto al buitre para que se fuera.
Además el había sido aconsejado, por parte de los miembros del equipo de ayuda de las Naciones Unidas, de no tocar ninguna de las victimas. El se merecía el Pulitzer, no toda esta critica.”
Significado profético
Los científicos han identificado varios factores humanos y físicos que amenazan al mundo con la perspectiva de hambrunas extensas. En cambio, solamente la Biblia ofrece la perspectiva vital que brilla por su ausencia en los análisis noticiosos. Las Sagradas Escrituras revelan que viene sobre la Tierra un tiempo de juicio, especialmente para las naciones que le han dado la espalda a Dios. La Biblia explica que hay consecuencias serias cuando violamos las leyes físicas y espirituales diseñadas por el Creador (ver 1 Juan 3:4; Levítico 26; Deuteronomio 28). El Dios de la Biblia condena la codicia y la explotación de los pobres (1 Timoteo 6:10; Efesios 4:17-19; Amós 2:6-7; Zacarías 7:7-11), factores estos que reducen al hambre a millones de personas. La Biblia condena la fornicación, el adulterio y el homosexualismo (1 Corintios 6:18; Éxodo 20:14, 17; Levítico 18:22). Sin embargo, las llamadas naciones "cristianas" del Occidente, bendecidas por Dios con tanta abundancia, están promoviendo activamente esas malas maneras de proceder. Las Escrituras dicen claramente que Dios aborrece el divorcio (Malaquías 2:16), pero esas mismas naciones están a la vanguardia del mundo en divorcios y en niños concebidos fuera del matrimonio.
Trágicamente, millones de personas se han dejado engañar, creyendo que no hay Dios y que las leyes divinas son una "cosa extraña", anticuada, abolida y sin razón de ser en nuestros días (Oseas 8:11-14). No obstante, Dios va a intervenir dramáticamente en los asuntos humanos para corregir las condiciones espantosas que han causado tanto sufrimiento a la humanidad. Va a traer condiciones meteorológicas extremas sobre las naciones pecadoras que desprecian sus leyes y oprimen a los pobres. Así nos advierte: "Si no me oyereis… si desdeñareis mis decretos… haré vuestro cielo como hierro, y vuestra tierra como bronce… vuestra tierra no dará su producto… Haré desiertas vuestras ciudades… vuestra tierra estará asolada" (Levítico 26:14-33). El profeta Joel predijo que justo antes del regreso de Cristo se suspendería el suministro de alimentos y los depósitos quedarían en ruinas debido a condiciones climáticas extremas y otras catástrofes (Joel 1:8-20).
Cuando Dios empiece a intervenir en los asuntos del mundo y a juzgar a las naciones (Isaías 24:1-6), los seres humanos llegarán a comprender por fin que el Dios de la Biblia es real, que su camino es verdadero y que Él sí se ocupa del bienestar de sus hijos (2 Pedro 3:9; Hebreos 12:6).

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