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Que proboca La ira a Dios...

EN DETERMINADO LUGAR DE SU LIBRO THE NATURE AND DESTINY OF MAN, Reinhold Niebuhr habla de tres
elementos en la confrontaciĆ³n entre Dios y el individuo. El primer elemento es "el sentido de reverencia hacia
una majestad y de una dependencia en una fuente de existencia primaria". En segundo lugar, "el sentido de
una obligaciĆ³n moral impuesta por un ser que trasciende a uno y de una indignidad moral frente a un juez". Y
en tercer lugar, "las ansias del perdĆ³n".1 Estos tres elementos corresponden a nuestro conocimiento de Dios
como el creador, el juez y el redentor. Pero lo mƔs importante de los tres es el orden en que aparecen. EstƔn
en este orden porque no es posible conocer adecuadamente a Dios como juez hasta que sepamos algo con
respecto a nuestra obligaciĆ³n hacia Ɖl como el creador. Ni tampoco podemos conocerlo como redentor hasta
tanto no hayamos tomado conciencia sobre cuĆ”n terriblemente hemos pecado contra Ć©l y cĆ³mo estamos, por lo
tanto, bajo la sombra de su ira.
Esto significa, por supuesto, que debemos estudiar la ira de Dios antes de poder apreciar las doctrinas de la
redenciĆ³n. Pero es aquĆ­ donde se nos plantea un problema. Muchos de nuestros contemporĆ”neos, e incluso

muchos cristianos, consideran que la ira de Dios es algo vergonzoso, algo que bƔsicamente no es digno de Dios.
Por ende, se trata de algo de lo que no se habla con demasiada frecuencia, al menos pĆŗblicamente.
Escuchamos muchos sermones sobre el Amor de Dios. Existen miles de libros publicados que nos hablan sobre
el poder de Dios para libramos de la tentaciĆ³n, la depresiĆ³n, la tristeza, y muchas otras cosas. Los evangelistas
suelen poner el Ć©nfasis sobre la gracia de Dios y su plan para nuestras vidas. Poco escuchamos hablar sobre la
ira de Dios o el juicio de Dios. ¿QuĆ© es lo que estĆ” ocurriendo? Los autores bĆ­blicos no mostraban tal reticencia.
Hablaban de la ira de Dios, obviamente considerƔndola como una de las "perfecciones" de Dios. Esto los
conducĆ­a a presentar el evangelio de Dios como un "mandamiento" al arrepentimiento (Hch. 17:30). ¿Acaso los
cristianos modernos no se han percatado de algo que los escritores bĆ­blicos conocĆ­an y apreciaban? ¿Han
desestimado una doctrina sin la cual las demĆ”s doctrinas inevitablemente se distorsionan? ¿O acaso el punto de
vista moderno es mƔs correcto?
Un problema es que las palabras en inglƩs, o en cualquier otro idioma, no son capaces de incorporar la esencia
de la ira de Dios. La ira suele entenderse como "enojo", y el enojo (al menos el enojo humano) no se asemeja a
lo que queremos significar cuando hablamos de la ira de Dios al juzgar el pecado. Pero el lenguaje no
constituye el mayor escollo. El problema principal radica en la relaciĆ³n que existĆ­a entre toda la raza y Dios, una
relaciĆ³n que por causa del pecado se ha quebrado. El pecado ha producido un estado en el cual nos
encontramos condenados como pecadores pero en el cual, por este mismo pecado, somos incapaces de admitir
nuestra culpabilidad; por lo tanto, consideramos que la ira de Dios hacia nosotros es injusta y no es digna de Ć©l.
¿Por quĆ© los cristianos tienen esta tendencia a aceptar este juicio contemporĆ”neo pero no bĆ­blico? La idea de la
ira de Dios nunca ha sido popular pero, sin embargo, los profetas, los apĆ³stoles, los teĆ³logos y los maestros de
antaƱo no cesaban de hablar de ella. Es bƭblica. En realidad, "una de las caracterƭsticas mƔs salientes de la
Biblia es el vigor con el cual ambos Testamentos resaltan la realidad y el terror de la ira de Dios".2 La manera
de sobreponemos a nuestra reticencia es buscar redescubrir la importancia de la ira de Dios por medio de un
estudio detallado sobre toda la enseƱanza de la Biblia sobre ella.
La ira en el Antiguo TestamentoEn el Antiguo Testamento hay mĆ”s de veinte palabras utilizadas para expresar la ira con relaciĆ³n a Dios; y
muchas otras palabras relacionadas Ćŗnicamente con el enojo humano. Existen por lo menos seiscientos pasajes
primordiales. Pero, ademƔs, no se tratan de pasajes aislados y no relacionados entre sƭ, como si fueran la obra
de un escritor melancĆ³lico que luego otro redactor tan melancĆ³lico como Ć©ste editĆ³ en el texto del Antiguo
Testamento: el otorgamiento de la ley, la vida sobre la tierra, la desobediencia por parte del pueblo de Dios y la
escatologĆ­a.
Las primeras menciones sobre la ira de Dios estĆ”n en relaciĆ³n a la entrega de la ley en el monte de SinaĆ­. Las
referencias mƔs tempranas estƔn dos capƭtulos despuƩs del relato sobre los Diez Mandamientos. "A ninguna
viuda ni huĆ©rfano afligirĆ©is. Porque si tĆŗ llegas a afligirles, y ellos clamaren a mĆ­, ciertamente oirĆ© yo su clamor;
y mi furor se encenderƔ, y os matarƩ a espada, y vuestras mujeres serƔn viudas, y huƩrfanos vuestros hijos"
(Ex. 22:22-24). Diez capƭtulos mƔs adelante, en un pasaje sobre el pecado del pueblo al haberse fabricado y
adorado el becerro de oro, Dios y MoisƩs hablan sobre la ira. Dios dice: "Ahora, pues, dƩjame que se encienda
mi ira en ellos, y los consuma". Y MoisĆ©s le suplica: "Oh JehovĆ”, ¿por quĆ© se encenderĆ” tu furor contra tu
pueblo, que tĆŗ sacaste de la tierra de Egipto con gran poder y con mano fuerte? ¿Por quĆ© han de hablar los
egipcios, diciendo: Para mal los sacĆ³, para matarlos en los montes, y para raerlos de sobre la faz de la tierra?
VuƩlvete del ardor de tu ira, y arrepiƩntete de este mal contra tu pueblo" (Ex. 32:10-12).
Es obvio que en este pasaje la apelaciĆ³n de MoisĆ©s a Dios no se basa en la supuesta inocencia del pueblo (no
eran inocentes, y MoisƩs lo sabƭa), ni en la idea que la ira no era digna de Dios. MoisƩs apela sobre la base del
nombre de Dios y sabe que sus hechos serƔn mal interpretados por los infieles. No hay ninguna duda expresada
sobre la ira, esta es considerada como una reacciĆ³n apropiada del carĆ”cter divino de Dios contra el pecado.
La ira divina presenta una primera caracterĆ­stica, exclusivamente bĆ­blica, que inmediatamente la diferencia de la
ira desplegada por las deidades paganas: su consistencia. La ira de Dios no es arbitraria, como si Dios por
cualquier hecho menor o segĆŗn su propio capricho simplemente se volviera contra aquellos que antes habĆ­a
amado y favorecido. Por el contrario, la ira es la duradera e inquebrantable resistencia de Dios frente al pecado
y la maldad. En el primer pasaje, la ira es suscitada por el pecado hacia los otros, las viudas y los huƩrfanos. En
el segundo pasaje, la ira es suscitada por los pecados contra Dios.
Es posible dar muchos otros ejemplos. En los Ćŗltimos capĆ­tulos de Job, los amigos de Job provocan la ira de
Dios, por sus consejos necios y arrogantes (Job 42:7). El pasaje de Deuteronomio 29:23-28 nos habla de la ira
de Dios que se derrama sobre Sodoma y Gomorra y otras ciudades, por causa de su idolatrĆ­a. En Deuteronomio
11:16-17 al pecado se lo describe como el servir "a otros dioses" y adorarlos. Esdras nos habla de la ira de Dios
contra todos "los que le abandonan" (Esd. 8:22).
Hay algo mƔs que resulta evidente en estos pasajes. Como el pecado que provoca la ira de Dios es
esencialmente el volverle las espaldas o rechazarlo, la ira es algo que los seres humanos eligen por sĆ­ mismos.
PodrĆ­amos decir que la ira de Dios es aquella perfecciĆ³n de la naturaleza divina en la que quedamos inmersos
por nuestra rebeliĆ³n. Esto no significa, por supuesto, que la ira de Dios es pasiva, ya que en realidad obra
activamente y lo harĆ” en una medida perfecta en el juicio final. Lo que significa es que la ira es la faceta de la
naturaleza divina que no necesitamos haber descubierto; habiƩndola descubierto, la encontramos tan real como
las demƔs facetas de la naturaleza de Dios. No es posible dejar fuera a Dios, ni siquiera por el pecado. Todo lo
que hacemos es intercambiar la relaciĆ³n con Dios por otra. Si no aceptamos el amor y la gracia de Dios,
tendremos que soportar la ira de Dios. Porque Dios no puede tolerar el mal.
La ira de Dios siempre tiene un elemento judicial. En consecuencia, como resulta evidente que la justicia nunca
podrĆ” lograrse plenamente en este mundo (ya sea por una razĆ³n o por otra), los escritores del Antiguo
Testamento contemplaban el dĆ­a en el futuro cuando se desplegarĆ” la perfecta ira de Dios contra el pecado,
cuando las cuentas fueren saldadas.
Hay repetidas referencias "al dĆ­a de la ira de JehovĆ”" o a su juicio. El primer capĆ­tulo de NahĆŗm es un ejemplo.
JehovĆ” es Dios celoso y vengador;
JehovĆ” es vengador y lleno de indignaciĆ³n;
se venga de sus adversarios,
y guarda enojo para sus enemigos.
JehovĆ” es tardo para la ira y grande en poder,
y no tendrĆ” por inocente al culpable...
¿QuiĆ©n permanecerĆ” delante de su ira?
¿y quiĆ©n quedarĆ” en pie en el ardor de su enojo?
Su ira se derrama como fuego,
y por Ʃl se hienden las peƱas.
JehovĆ” es bueno,
fortaleza en el dĆ­a de la angustia;
y conoce a los que en Ć©l confĆ­an.
Mas con inundaciĆ³n impetuosa consumirĆ” a sus adversarios.
(NahĆŗm 1:2-3, 6-8)
El segundo salmo nos habla sobre la ira de Dios que se dirige contra las naciones paganas de su dĆ­a.
[El SeƱor] luego hablarƔ a ellos en su furor,
y los turbarĆ” con su ira.
Pero yo he puesto mi rey
sobre Sion, mi santo monte.
Yo publicarƩ el decreto;
JehovĆ” me ha dicho: Mi hijo eres tĆŗ;
Yo te engendrƩ hoy.
Pƭdeme, y te darƩ por herencia las naciones,
y como posesiĆ³n tuya los confines de la tierra.
Los quebrantarƔs con vara de hierro;
como vasija de alfarero los desmenuzarƔs. (Sal. 2:5-9)
AmĆ³s dirige las advertencias de Dios contra aquellos que son nominalmente religiosos, que piensan
errĆ³neamente que el dĆ­a de la ira de JehovĆ” serĆ” un dĆ­a para su reivindicaciĆ³n.
¡Ay de los que desean Ć©l dĆ­a de JehovĆ”!
¿Para quĆ© querĆ©is este dĆ­a de JehovĆ”?
SerĆ” de tinieblas, y no de luz;
como el que huye de delante del leĆ³n,
y se encuentra con el oso;
o como si entrare en casa y apoyare su mano en la pared,
y le muerde una culebra.
¿No serĆ” el dĆ­a de JehovĆ” tinieblas y no luz;
oscuridad, que no tiene resplandor? (AmĆ³s 5:18-20)
La acumulaciĆ³n del pecado y la creciente necesidad de una justicia final y retributiva hacen que el Ć©nfasis sobre
el futuro dĆ­a de la ira de JehovĆ” sea cada vez mayor en los Ćŗltimos libros del Antiguo Testamento.
La ira en el Nuevo Testamento
Al examinar los pasajes que, en nĆŗmero menor, tratan el tema de la ira de Dios en el Nuevo Testamento,
vemos que era un tema tan real para JesĆŗs y los escritores del Nuevo Testamento como para los autores del
Antiguo Testamento.
El Nuevo Testamento griego tiene sĆ³lo dos palabras principales para la palabra ira. Una de estas palabras es
thymos, cuya raĆ­z (thyĆ³) significa "derramarse ferozmente", "estar acalorado de violencia", o "respirar
violentamente". Su significado singular serƭa "un furor resollante". La otra palabra es orgƩ, que proviene de otra
raĆ­z completamente distinta. Su raĆ­z (orgaĆ³) significa "madurar para algo"; el sustantivo denota la ira que
durante un largo perĆ­odo lentamente se ha ido acumulando. En varias ocasiones estas dos palabras
aparentemente han perdido estas tempranas diferencias y son usadas indistintamente. Pero cuando
corresponde hacer una distinciĆ³n, orgĆ© es mĆ”s apropiada para mostrar cĆ³mo la ira de Dios en oposiciĆ³n al
pecado crece gradualmente y se hace cada vez mƔs intensa. Leon Morris observa que, sin considerar el
Apocalipsis, thymos se utiliza Ćŗnicamente una vez con relaciĆ³n a la ira de Dios. Y concluye: "Los escritores
bĆ­blicos para describir la ira de Dios suelen usar una palabra que refleja no el impetuoso surgir de una pasiĆ³n,
que pronto desaparece, sino una poderosa y asentada oposiciĆ³n hacia todo lo que sea el mal, que surge de la
misma naturaleza de Dios".3
Los escritores del Nuevo Testamento hablan en muchas ocasiones sobre "la ira que ha de venir". En el Nuevo
Testamento se reconoce que estamos viviendo el dĆ­a de la gracia de Dios, un dĆ­a que se caracteriza por el libre
ofrecimiento del evangelio de salvaciĆ³n mediante la fe en Jesucristo. Sin embargo, esto no significa que Dios
haya cesado de sentir ira hacia el pecado o que no haya de desplegar su ira en el dĆ­a futuro de su juicio. Por el
contrario, la comprensiĆ³n que uno pueda tener sobre ese dĆ­a es que su ira es cada vez mĆ”s intensa. JesĆŗs en
varias oportunidades hablĆ³ sobre el infierno. AdvirtiĆ³ sobre las consecuencias del pecado y del castigo justo y
seguro de Dios sobre las personas infieles. El autor del libro a los Hebreos escribiĆ³: "El que viola la ley de
MoisĆ©s, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. ¿CuĆ”nto mayor castigo pensĆ”is que
merecerĆ” el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado,
e hiciere afrenta al espƭritu de gracia? Pues conocemos al que dijo: Mƭa es la venganza, yo darƩ el pago, dice el
SeƱor. Y otra vez: El SeƱor juzgarĆ” a su pueblo. ¡Horrenda cosa en caer en manos del Dios vivo!" (He. 10:28-
31).
Pero la revelaciĆ³n sobre la ira de Dios en el Nuevo Testamento tambiĆ©n se aplica al presente, como tambiĆ©n lo
hacĆ­a en el Antiguo Testamento. En Romanos 1:18 se utiliza el tiempo presente: "Porque la ira de Dios se revela
desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad". Si el
tiempo verbal fuera el futuro, tambiƩn tendrƭa sentido. Se estarƭa refiriendo al dƭa futuro del juicio final de Dios.
Pero al utilizar el tiempo presente, el versĆ­culo parece referirse a una revelaciĆ³n continua de la ira de Dios
contra la maldad en todos los perĆ­odos histĆ³ricos y en todo lugar —en otras palabras, contra toda clase de las
consecuencias y resultados accesorios del pecado, que hemos de tratar en el resto de este capĆ­tulo—. Estos
resultados incluyen el oscurecimiento de nuestro entendimiento siempre que la verdad sobre Dios es rechazada
(1.21). Incluyen el envilecimiento de la conciencia religiosa de las personas, y la subsiguiente degradaciĆ³n de la
persona (1:23), las perversiones sexuales, las mentiras, las envidias, el odio, los homicidios, las contiendas, los
engaƱos, la desobediencia a los padres y otras consecuencias (1:24-31). No hay nada en estas listas que
sugiera que el apĆ³stol Pablo estaba sustituyendo los resultados presentes y mecĆ”nicos del pecado por una
manifestaciĆ³n directa y personal de la ira de Dios en un dĆ­a futuro, como algunos teĆ³logos contemporĆ”neos han
enseƱado.4 Pablo tambiƩn se refiere al dƭa de la ira en el futuro (Ro. 2:5; 1 Ts. 1:10: 2:16; 5:9). Sin embargo,
Pablo ve la evidencia de esa ira futura en los resultados presentes del pecado. Podemos decir que Dios nos ha
advertido del juicio que ha de venir: primero, por nuestra propia conciencia del bien y del mal, de la justicia y la
injusticia; y segundo, por las evidencias de las muestras inevitables de la justicia de Dios que vemos hoy en dĆ­a.
Pablo describe este proceso como lo atestigua el paganismo. Existen evidencias paralelas en la actualidad.
Porque cuando los hombres y las mujeres abandonan a Dios, Dios los entrega "a la inmundicia... a pasiones
vergonzosas... [y] a una mente reprobada" (Ro. 1:24,26,28). Podemos apreciar esto en la progresiva
decadencia moral de la civilizaciĆ³n occidental, las familias desintegradas, las psicosis y otras formas de
desintegraciĆ³n psicolĆ³gica. Lo podemos apreciar en nuestras propias vidas y en cosas supuestamente sin
importancia, como la inquietud, el insomnio, y la sensaciĆ³n de infelicidad y falta de realizaciĆ³n personal.
A modo de resumen, por un lado tenemos la casi universal y bĆ”sica reacciĆ³n de la raza humana hacia la idea de
la ira de Dios. Esta es considerada innoble de Dios, quizĆ” hasta vengativa y cruel. Por otro lado, tenemos toda
la revelaciĆ³n bĆ­blica donde la ira de Dios es presentada como una sus perfecciones. Su ira es presentada como
siendo coherente con su oposiciĆ³n al mal, como siendo judicial, como siendo un aspecto de Dios que los
humanos pueden elegir por sĆ­ mismos y, por Ćŗltimo (aunque no menos importante), como siendo algo sobre lo
que hemos sido claramente advertidos.
La ira de Dios no es innoble. Por el contrario, es demasiado noble, demasiado justa, demasiado perfecta —eso
es lo que nos molesta . En los asuntos humanos, correctamente valoramos la justicia y la "ira" del sistema
judicial, ya que nos protege. Si alguna vez nos apartƔramos de la ley, siempre existe la posibilidad de que
pudiĆ©ramos presentar una apelaciĆ³n, o escapar por medio de un tecnicismo, o declararnos culpables de una
ofensa menor y ser perdonados. Pero no podemos actuar asĆ­ con respecto a Dios. Cuando tratamos con Dios no
estamos tratando con las imperfecciones de la justicia humana sino con las perfecciones de la justicia divina.
Estamos tratando con uno para quien no solamente nuestras acciones sino nuestros pensamientos y nuestras
motivaciones le son visibles. ¿QuiĆ©n puede escapar a tal justicia? ¿QuiĆ©n puede pararse delante de este juez tan
implacable? Nadie. Cuando tomamos conciencia de esta verdad es que resentimos la justicia de Dios e
intentamos negar su realidad de cualquier forma posible. Pero, sin embargo, no debemos negarla. Si lo
hacemos, nunca podremos apreciar nuestra necesidad espiritual, como es necesario que la apreciemos si hemos
de volvernos a nuestro SeƱor Jesucristo como nuestro Salvador. Si no nos volvemos a Ʃl, nunca podremos
verdaderamente conocer a Dios ni conocernos a nosotros mismos adecuadamente. SĆ³lo cuando conocemos a
Dios como el creador es que podemos discernirlo como juez. Y sĆ³lo cuando lo conozcamos como juez es que
podremos descubrirlo como nuestro redentor.
La ira de Dios satisfecha
Debemos continuar considerando la revelaciĆ³n de Dios como el redentor en el Antiguo y el Nuevo Testamento.
Esto ocuparĆ” el siguiente capĆ­tulo (para el Antiguo Testamento) y los capĆ­tulos nueve al dieciocho (para el
Nuevo Testamento), mientras tratamos la persona y la obra de Jesucristo. Pero antes de abarcarnos en ese
estudio, sin embargo, debemos volver a considerar el intercambio que mantuvieron Dios y MoisƩs sobre el
pecado de Israel. En un sentido, este pasaje ocurre entre la declaraciĆ³n de la ira de Dios contra el pecado y la
subsiguiente revelaciĆ³n del camino de Dios para la salvaciĆ³n. MoisĆ©s habĆ­a estado cuarenta dĆ­as en el monte
recibiendo la ley. Cuando los dĆ­as transcurrĆ­an y se convertĆ­an en semanas, la gente inquieta que estaba
esperando abajo logrĆ³ convencer al hermano de MoisĆ©s, AarĆ³n, de que les hiciera un dios sustituto. Ahora bien,
sabiendo lo que estaba ocurriendo en el valle, Dios interrumpiĆ³ la revelaciĆ³n de la ley para contarle a MoisĆ©s lo
que el pueblo estaba haciendo y regresarles a MoisƩs.
Era una situaciĆ³n irĆ³nica. Dios acababa de entregarle a MoisĆ©s los Diez Mandamientos. Estos comenzaban
diciendo: "Yo soy JehovƔ tu Dios, que te saquƩ de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. No tendrƔs
dioses ajenos delante de mƭ. No te harƔs imagen, ni ninguna semejanza de lo que estƩ arriba en el cielo, ni
abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarƔs a ellas, ni las honrarƔs; porque yo soy
JehovĆ” tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta
generaciĆ³n de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis
mandamientos" (Ex. 20:2-6). Mientras Dios le estaba entregando estas palabras, el pueblo que habĆ­a sido
liberado de la esclavitud en Egipto estaba haciendo precisamente lo que Ć©l estaba prohibiendo. Y no sĆ³lo eso,
tambiƩn estaban cometiendo adulterio, mintiendo, codiciando, deshonrando a sus padres y sin duda quebrando
el resto de los mandamientos. Llegado ese punto, cuando Dios le declara a MoisĆ©s su intenciĆ³n de juzgar al
pueblo inmediata y completamente, MoisƩs intercede por ellos con las palabras que hemos citado con
anterioridad.
Finalmente, MoisĆ©s descendiĆ³ del monte para encontrarse con el pueblo. Aun desde una perspectiva humana y
sin entrar a considerar ningĆŗn pensamiento relacionado con la gracia de Dios, el pecado debe ser juzgado. Fue
asĆ­ que MoisĆ©s comenzĆ³ a tratarlo de la mejor manera que pudo. Primero, reprochĆ³ AarĆ³n en pĆŗblico. Luego
llamĆ³ a los que todavĆ­a permanecĆ­an del lado de JehovĆ” a que se apartaran de los demĆ”s y se pararan a su
lado. La tribu de LevĆ­ respondiĆ³. A la orden de MoisĆ©s fueron enviados al campamento para que ejecutaran a
los que habĆ­an conducido la rebeliĆ³n. El capĆ­tulo nos dice que tres mil hombres murieron, aproximadamente
0,5% de los seiscientos mil que habĆ­an dejado Egipto durante el Ć©xodo (Ex. 12:37; 32:28; con las mujeres y los
niƱos, el nĆŗmero total del Ć©xodo puede haber sido dos millones de personas). Al mismo tiempo, MoisĆ©s
destruyĆ³ el becerro de oro. Lo moliĆ³ hasta reducirlo a polvo, lo mezclĆ³ con agua, y se lo dio a beber al pueblo.
Desde el punto de vista humano, MoisĆ©s habĆ­a tratado este pecado. Los lĆ­deres habĆ­an sido castigados. AarĆ³n
habĆ­a sido reprochado. La alianza del pueblo, al menos por un tiempo, habĆ­a sido restituida. Todo parecĆ­a estar
en orden. Pero MoisĆ©s mantenĆ­a una relaciĆ³n especial con Dios como tambiĆ©n tenĆ­a una relaciĆ³n especial con el
pueblo. Dios en el monte todavĆ­a esperaba, y su ira no se habĆ­a aplacado. ¿QuĆ© era lo que debĆ­a hacer MoisĆ©s?
Para algunos teĆ³logos, sentados en alguna biblioteca, la idea de la ira de Dios puede parecer nada mĆ”s que
simple especulaciĆ³n. Pero MoisĆ©s no era un teĆ³logo de sillĆ³n. Ɖl habĆ­a estado hablando con Dios. HabĆ­a oĆ­do su
voz. La ley todavƭa no habƭa sido entregada en su totalidad, pero MoisƩs ya habƭa recibido lo suficiente para
conocer algo sobre el horror del pecado y la naturaleza intransigente de la justicia de Dios. ¿Acaso Dios no
habĆ­a dicho: "No tendrĆ”s dioses ajenos delante de mĆ­"? ¿Acaso no habĆ­a prometido visitar la iniquidad de los
padres sobre los hijos de la tercera y la cuarta generaciĆ³n? ¿QuiĆ©n era MoisĆ©s para creer que el juicio limitado
que habĆ­a comenzado era suficiente para satisfacer la santidad de un Dios tal?
La noche transcurriĆ³, y llegĆ³ la maƱana cuando MoisĆ©s habĆ­a de volver a ascender el monte. HabĆ­a estado
pensando. En algĆŗn momento durante la noche se le habĆ­a ocurrido una manera en que era posible desviar la
ira de Dios contra el pueblo. RecordĆ³ los sacrificios de los patriarcas hebreos y el recientemente instituido
sacrificio de la Pascua. Sin duda que Dios habĆ­a mostrado por esos sacrificios que estaba preparado a aceptar
un sustituto inocente en lugar de la muerte justa del pecador. Su ira a veces descendĆ­a sobre el sustituto. QuizĆ”
Dios podrĆ­a aceptar... Cuando llegĆ³ la maƱana, MoisĆ©s ascendiĆ³ el monte con una firme determinaciĆ³n. Al
llegar a la cima, le comenzĆ³ a hablar a Dios. Debe haber estado lleno de angustia, ya que el texto hebreo es
irregular y la segunda oraciĆ³n de MoisĆ©s queda sin terminar, indicado por un guiĆ³n en el medio de Ɖxodo 32:32.
Es un grito ahogado, es el llanto que surge del corazĆ³n de un hombre que estĆ” pidiendo ser maldito si de esa
manera es posible salvar al pueblo que ha llegado a amar. “Entonces volviĆ³ MoisĆ©s a JehovĆ”, y dijo: Te ruego,
pues este pueblo ha cometido un gran pecado, porque se hicieron dioses de oro, que perdones ahora su pecado
—y si no, rĆ”eme ahora de tu libro que has escrito" (Ex. 32:31-32).
MoisƩs se estaba ofreciendo a ocupar el lugar del pueblo como recipiente del juicio de Dios, de ser alejado de
Dios en lugar de ellos. El dƭa anterior, antes de que MoisƩs descendiera del monte, Dios habƭa dicho algo que
podrĆ­a haber sido una gran tentaciĆ³n. Si MoisĆ©s estaba de acuerdo, Dios destruirĆ­a al pueblo por su pecado y
comenzarĆ­a a crear una nueva naciĆ³n judĆ­a a partir de MoisĆ©s (32:10). Pero ya entonces MoisĆ©s habĆ­a
rechazado la oferta. Pero luego de haber estado con su pueblo y de haber recordado el amor que sentĆ­a hacia
ellos, su respuesta, nuevamente negativa, es todavƭa mƔs rotunda. Dios le habƭa dicho: "Los destruirƩ y harƩ de
ti una gran naciĆ³n". Y MoisĆ©s le responde: "No, destrĆŗyeme a mĆ­ y sĆ”lvalos a ellos".
MoisĆ©s viviĆ³ durante los primeros aƱos de la revelaciĆ³n de Dios a su pueblo, y posiblemente no comprendĆ­a
mucho de lo que estaba ocurriendo. Sin duda que no sabĆ­a, como nosotros podemos saber, que lo que estaba
rogando no podĆ­a ser. MoisĆ©s se ofreciĆ³ a entregarse para salvar a su pueblo. Pero MoisĆ©s no podĆ­a ni siquiera
salvarse a sƭ mismo, mucho menos a ellos; Ʃl tambiƩn era un pecador. Una vez habƭa cometido un asesinato, y
habĆ­a quebrantado el sexto mandamiento. No podrĆ­a servir como sustituto de su pueblo. No podrĆ­a morir por
ellos.
Pero hay uno que sĆ­ podrĆ­a. Es asĆ­ que "cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios enviĆ³ a su Hijo, nacido de
mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiƩsemos la
adopciĆ³n de hijos" (GĆ”. 4:4-5). La muerte de JesĆŗs no alcanzaba Ćŗnicamente a los que habĆ­an creĆ­do en los
tiempos del Antiguo Testamento, para los que habƭan pecado en el desierto y sus descendientes. TambiƩn
alcanza a los que vivimos hoy en dĆ­a, tanto a judĆ­os como a gentiles. Sobre la base de la muerte de Cristo, en la
que Ć©l recibiĆ³ toda la carga judicial de la ira de Dios contra el pecado, las personas que ahora creen pueden
experimentar su gracia abundante, en lugar de sufrir su ira (si bien la merecemos).
La gracia no elimina a la ira; la ira todavĆ­a se acumula contra los que no se arrepienten. Pero lo que la gracia sĆ­
elimina es la necesidad de que todos sufran la ira.
Notas

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