La muerte de César
El misterio se ha resuelto: después de años de especulaciones, finalmente se ha identificado el sitio donde murió apuñalado Julio César, en un área arqueológica que pronto se abrirá al público. Y que esconde alguna que otra sorpresa.
El misterio César murió asesinado el 15 de marzo del año 44 antes de Cristo en Roma, mientras acudía a una reunión del Senado. Hasta ahora, este era el único dato cierto sobre los últimos días del jefe supremo de la antigua Roma. Entre las muchas incógnitas sobre su muerte, quedaba abierto un interrogante: ¿dónde falleció exactamente César, tras recibir 23 puñaladas, víctima de un complot que quería derrumbar sus aspiraciones y su proyecto político?
El turista que se pasee por Roma sabe que el magnicidio ocurrió en el área arqueológica de Torre Argentina. Pero el punto preciso ha seguido siendo un misterio, hasta hace muy poco. A lo largo de estos años, las especulaciones y las leyendas han fomentado el enigma. Hubo incluso quien aseguraba que la ubicación coincidía con los bajos de un restaurante de los alrededores; otros rumores apuntaban a que César fue asesinado justo debajo de la calle donde transita un tranvía (entre los romanos se bromea que César murió atropellado…).
Lo de la ubicación puede parecer una anécdota sin importancia. Pero no en el caso de Julio César. Su mito sigue más vivo que nunca. De hecho, hasta hace unos años, turistas y ciudadanos de la capital solían acudir a las excavaciones del Foro Romano, a escasos metros del Coliseo, a depositar flores en el lugar donde su cuerpo fue incinerado y el único sitio acreditado donde reposó, por última vez, el cadáver de César. De ahí que identificar la zona exacta se haya convertido a lo largo de estos años en una búsqueda morbosa de arqueólogos, historiadores y simples turistas. Pero antes de desvelar el descubrimiento, tal vez sea oportuno repasar qué es lo que ocurrió aquellos días febriles hace poco más de 2000 años. Inicien ustedes un viaje a la antigua Roma…
La noche anterior, César cena en casa de amigos. Durante la sobremesa, alguien plantea la pregunta de cuál sería la mejor manera de morir. César contesta que aspira a “un final súbito e inesperado”. La mañana del día 15, su mujer, Calpurnia, tiene un despertar intranquilo tras sufrir pesadillas: ha soñado que se desplomaba el frontón de la casa y se ha visto a sí misma sosteniendo el cuerpo inerte de César. Los malos presagios se suceden: el augur etrusco Espurnia ya le había dicho a César la célebre frase: “Cuida de los idus de marzo”. Ya ha llegado el día.
En el trayecto, el profesor de griego Artemidoro, que conocía el complot, le entrega un manuscrito donde se le anuncia la inminente tragedia, pero, por decisión o falta de oportunidad, a César no le da tiempo de leerlo. Cuando llega a uno de los templos que forman parte del complejo teatral de Pompeyo, a las puertas del Senado, un ciudadano romano se le interpone en el camino suplicándole que solucione un asunto familiar. Al mismo tiempo, uno de los miembros del complot le tira la túnica dejándole la nuca al descubierto. Es la señal: los asesinos le acorralan, y 23 puñaladas le atraviesan el cuerpo. Cuando César ve que su hijo adoptivo Bruto forma parte de la conjura, clama la célebre frase: “Tú también, Bruto, hijo mío”, y entonces deja de defenderse. Cae muerto a los pies de la estatua de Pompeyo, su viejo enemigo.
En el Foro Romano, según el historiador Suetonio, el pueblo de Roma entero asiste a la cremación de su cadáver toda la noche. Tras el asesinato, en la ciudad estallan el caos y la anarquía.
En cuanto a sus asesinos, nadie sobrevivirá más de tres años y nadie fallecerá por causas naturales. Algunos se matarán, como escribió Suetonio, “con el mismo cuchillo con que se habían atrevido a atravesarlo”.
EL LUGAR
Así fueron los hechos. Y ahora, al presente. El visitante que acuda a Roma, tras dejar Piazza Venezia en dirección oeste, encontrará un área arqueológica rectangular situada en Largo di Torre Argentina y formada por restos de cuatro templos, visibles con sus respectivas columnas y poblados por una colonia de gatos salvajes.
Tras hallar vestigios, se decidió parar el proyecto y, a posteriori, fue una suerte: salieron a la luz los restos del antiguo teatro de Pompeyo, sede de la Curia romana, donde tuvo lugar el asesinato de César. Los templos de este lugar se remontan a varias épocas: el más antiguo es de finales del siglo III antes de Cristo. Tras las últimas investigaciones, ahora es posible visitar los cimientos que están en la base del complejo. A la espera de que se abran las puertas oficialmente al turismo, el Magazine pudo comprobar, en una visita privada, que por debajo del terreno hay un entramado de túneles con restos pertenecientes a varias épocas.
Pero, además, los trabajos han dado finalmente respuesta al enigma planteado al principio. Ahora se sabe con exactitud el lugar exacto donde César murió, uno de los sitios más emblemáticos de Roma, donde se escribió una de las páginas que cambiaron la historia de Occidente.
Pues bien, en el lado oeste de esta área, casi rozando el límite con Via di Torre Argentina, incrustada en un terreno de césped verde pálido, se puede ver una pieza de mármol blanco alargada de tamaño rectangular.
Es lo que queda de la base de una letrina pública. En efecto, se estima que en el I siglo d.C. construyó en esta zona esta instalación sanitaria, para que los ciudadanos pudieran realizar ahí sus necesidades. La iniciativa, recuerda Marina Mattei, responsable de las excavaciones arqueológicas, era esencialmente política. Se trataba de impedir el culto a César, para que su nombre no ofuscara a los posteriores gobernantes. ¿Podían los ciudadanos dejar flores o rezar en un lugar que apestaba a excrementos? Evidentemente, no. Ese fue el destino del gran general romano. Quisieron borrar su memoria con una letrina. No lo consiguieron.
El misterio César murió asesinado el 15 de marzo del año 44 antes de Cristo en Roma, mientras acudía a una reunión del Senado. Hasta ahora, este era el único dato cierto sobre los últimos días del jefe supremo de la antigua Roma. Entre las muchas incógnitas sobre su muerte, quedaba abierto un interrogante: ¿dónde falleció exactamente César, tras recibir 23 puñaladas, víctima de un complot que quería derrumbar sus aspiraciones y su proyecto político?
El turista que se pasee por Roma sabe que el magnicidio ocurrió en el área arqueológica de Torre Argentina. Pero el punto preciso ha seguido siendo un misterio, hasta hace muy poco. A lo largo de estos años, las especulaciones y las leyendas han fomentado el enigma. Hubo incluso quien aseguraba que la ubicación coincidía con los bajos de un restaurante de los alrededores; otros rumores apuntaban a que César fue asesinado justo debajo de la calle donde transita un tranvía (entre los romanos se bromea que César murió atropellado…).
Lo de la ubicación puede parecer una anécdota sin importancia. Pero no en el caso de Julio César. Su mito sigue más vivo que nunca. De hecho, hasta hace unos años, turistas y ciudadanos de la capital solían acudir a las excavaciones del Foro Romano, a escasos metros del Coliseo, a depositar flores en el lugar donde su cuerpo fue incinerado y el único sitio acreditado donde reposó, por última vez, el cadáver de César. De ahí que identificar la zona exacta se haya convertido a lo largo de estos años en una búsqueda morbosa de arqueólogos, historiadores y simples turistas. Pero antes de desvelar el descubrimiento, tal vez sea oportuno repasar qué es lo que ocurrió aquellos días febriles hace poco más de 2000 años. Inicien ustedes un viaje a la antigua Roma…
La noche anterior, César cena en casa de amigos. Durante la sobremesa, alguien plantea la pregunta de cuál sería la mejor manera de morir. César contesta que aspira a “un final súbito e inesperado”. La mañana del día 15, su mujer, Calpurnia, tiene un despertar intranquilo tras sufrir pesadillas: ha soñado que se desplomaba el frontón de la casa y se ha visto a sí misma sosteniendo el cuerpo inerte de César. Los malos presagios se suceden: el augur etrusco Espurnia ya le había dicho a César la célebre frase: “Cuida de los idus de marzo”. Ya ha llegado el día.
En el trayecto, el profesor de griego Artemidoro, que conocía el complot, le entrega un manuscrito donde se le anuncia la inminente tragedia, pero, por decisión o falta de oportunidad, a César no le da tiempo de leerlo. Cuando llega a uno de los templos que forman parte del complejo teatral de Pompeyo, a las puertas del Senado, un ciudadano romano se le interpone en el camino suplicándole que solucione un asunto familiar. Al mismo tiempo, uno de los miembros del complot le tira la túnica dejándole la nuca al descubierto. Es la señal: los asesinos le acorralan, y 23 puñaladas le atraviesan el cuerpo. Cuando César ve que su hijo adoptivo Bruto forma parte de la conjura, clama la célebre frase: “Tú también, Bruto, hijo mío”, y entonces deja de defenderse. Cae muerto a los pies de la estatua de Pompeyo, su viejo enemigo.
En el Foro Romano, según el historiador Suetonio, el pueblo de Roma entero asiste a la cremación de su cadáver toda la noche. Tras el asesinato, en la ciudad estallan el caos y la anarquía.
En cuanto a sus asesinos, nadie sobrevivirá más de tres años y nadie fallecerá por causas naturales. Algunos se matarán, como escribió Suetonio, “con el mismo cuchillo con que se habían atrevido a atravesarlo”.
EL LUGAR
Así fueron los hechos. Y ahora, al presente. El visitante que acuda a Roma, tras dejar Piazza Venezia en dirección oeste, encontrará un área arqueológica rectangular situada en Largo di Torre Argentina y formada por restos de cuatro templos, visibles con sus respectivas columnas y poblados por una colonia de gatos salvajes.
Tras hallar vestigios, se decidió parar el proyecto y, a posteriori, fue una suerte: salieron a la luz los restos del antiguo teatro de Pompeyo, sede de la Curia romana, donde tuvo lugar el asesinato de César. Los templos de este lugar se remontan a varias épocas: el más antiguo es de finales del siglo III antes de Cristo. Tras las últimas investigaciones, ahora es posible visitar los cimientos que están en la base del complejo. A la espera de que se abran las puertas oficialmente al turismo, el Magazine pudo comprobar, en una visita privada, que por debajo del terreno hay un entramado de túneles con restos pertenecientes a varias épocas.
Pero, además, los trabajos han dado finalmente respuesta al enigma planteado al principio. Ahora se sabe con exactitud el lugar exacto donde César murió, uno de los sitios más emblemáticos de Roma, donde se escribió una de las páginas que cambiaron la historia de Occidente.
Pues bien, en el lado oeste de esta área, casi rozando el límite con Via di Torre Argentina, incrustada en un terreno de césped verde pálido, se puede ver una pieza de mármol blanco alargada de tamaño rectangular.
Es lo que queda de la base de una letrina pública. En efecto, se estima que en el I siglo d.C. construyó en esta zona esta instalación sanitaria, para que los ciudadanos pudieran realizar ahí sus necesidades. La iniciativa, recuerda Marina Mattei, responsable de las excavaciones arqueológicas, era esencialmente política. Se trataba de impedir el culto a César, para que su nombre no ofuscara a los posteriores gobernantes. ¿Podían los ciudadanos dejar flores o rezar en un lugar que apestaba a excrementos? Evidentemente, no. Ese fue el destino del gran general romano. Quisieron borrar su memoria con una letrina. No lo consiguieron.
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