Debajo de sus alas estamos mas seguros...
Cuando uno se imagina un ave
magnÃfica, normalmente no es una gallina lo que le viene a la mente. Yo nunca
he visto a una gallina representada en vuelo; muchas águilas, pero ninguna
gallina. Citamos el pasaje de IsaÃas 40:31 que habla sobre levantar las alas
como las águilas o con alas como águilas. Existe una diferencia, sin embargo,
entre estar en las alas de Él y
estar debajo de sus alas. Esta promesa en el Salmo 91 no desarrolla el
tema de las alas voladoras, sino de las alas que cobijan. Unas
indican fuerza y logro, mientras que las otras denotan protección
y familiaridad. Cuando imagina la calidez de un nido y
la seguridad de estar debajo de las alas del amor de una mamá gallina con sus
pollitos, eso retrata un vÃvido cuadro de las alas de refugio de la protección
de Dios a las que el salmista se refiere en este pasaje.
¿Está todo el mundo protegido debajo de las alas? ¿Observó que dice: “Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro”? Una vez más, ¡nos corresponde tomar esa decisión! Podemos buscar refugio debajo de sus alas si escogemos hacerlo.
El Señor me dio una vÃvida imagen de lo que significa buscar refugio debajo de sus alas. vivimos en el campo, y una primavera nuestra vieja mamá gallina empollaba a una nidada de pollitos. Una tarde, cuando estaban todos esparcidos por el patio, de repente vi la sombra de un halcón por encima. Entonces observé algo que me enseñó una lección que nunca olvidaré. Aquella mamá gallina no corrió hacia aquellos pollitos y saltó sobre ellos para intentar cubrirlos con sus alas. ¡No!
En cambio, se agachó, extendió sus alas y comenzó a cloquear. Y esos pequeños pollitos, desde todas las direcciones, llegaron corriendo hacia ella para meterse debajo de aquellas alas extendidas. Entonces la gallina bajó sus alas, metiendo a cada pollito debajo seguro. Para llegar a los pollitos, el halcón tendrÃa que pasar por la mamá.
Cuando pienso en aquellos pollitos corriendo hacia su mamá, entiendo que es debajo de las alas de Él donde podemos buscar refugio, pero tenemos que correr hacia Él. “Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro. ¡Nos corresponde a nosotros! Lo único que esa mamá gallina hizo fue cloquear y extender sus alas para decirles a sus pollitos donde ir. Estos versÃculos muestran el lado maternal de la protección de Él:
Como las aves que vuelan, asà amparara Jehová de los ejércitos a Jerusalén, amparando, librando, preservando y salvando. Volved a aquel contra quien se rebelaron profundamente los hijos de Israel. —IsaÃas 31:5-6
¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuantas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste! —Mateo 23:37
Notemos el contraste entre la disposición de Dios y nuestra falta de disposición —su querer contra nuestro no querer—, su deseo contra nuestra falta de deseo. ¡Qué increÃble analogÃa para mostrarnos que Él ofrece protección que nosotros no aceptamos!
Es interesante que Jesús utilice la relación del amor maternal para demostrar su unión con nosotros. Hay una cierta ferocidad en el amor maternal que no podemos pasar por alto. Dios está profundamente comprometido con nosotros, sin embargo, al mismo tiempo, nosotros podemos rechazar sus brazos extendidos si escogemos hacerlo. Están a nuestra disposición, pero no es algo automático. Dios no corre de aquà para allá, intentando cubrirnos. Él dijo: “Yo he hecho posible la protección. ¡Corre hacia mÃ!”. Y cuando sà corremos a Él en fe, ¡el enemigo entonces tiene que pasar por encima de Dios para alcanzarnos! Que pensamiento tan consolador.
Permita que ponga una ilustración. HabÃa un hombre que secuestró un auto. La mujer que conducÃa el auto habÃa estado estudiando el Salmo 91 en la iglesia, pero en el trauma del momento, solo recordaba que habÃa algo sobre estar bajo la protección de sus alas, asà que comenzó a gritar: “Plumas, plumas”. El asaltante quedó tan sorprendido por la reacción de ella, que se detuvo en seco, se dio la vuelta y huyó para salvar su vida. Pero, como dije, esta protección no es automática. Por tanto, ¿cómo ponemos en funcionamiento esta promesa? Ya que no podemos correr fÃsicamente hacia Dios, ¿cómo lo hacemos? Este salmo nos proporciona una estupenda analogÃa del reino animal, ¿pero cómo podemos poner en práctica esta promesa en nuestra vida? Al igual que aquella mujer, corremos hacia Dios con nuestra boca; corremos hacia Dios con nuestro corazón; corremos hacia Dios con nuestra fe, como aquellos pollitos van corriendo hacia esas plumas.
¿Está todo el mundo protegido debajo de las alas? ¿Observó que dice: “Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro”? Una vez más, ¡nos corresponde tomar esa decisión! Podemos buscar refugio debajo de sus alas si escogemos hacerlo.
El Señor me dio una vÃvida imagen de lo que significa buscar refugio debajo de sus alas. vivimos en el campo, y una primavera nuestra vieja mamá gallina empollaba a una nidada de pollitos. Una tarde, cuando estaban todos esparcidos por el patio, de repente vi la sombra de un halcón por encima. Entonces observé algo que me enseñó una lección que nunca olvidaré. Aquella mamá gallina no corrió hacia aquellos pollitos y saltó sobre ellos para intentar cubrirlos con sus alas. ¡No!
En cambio, se agachó, extendió sus alas y comenzó a cloquear. Y esos pequeños pollitos, desde todas las direcciones, llegaron corriendo hacia ella para meterse debajo de aquellas alas extendidas. Entonces la gallina bajó sus alas, metiendo a cada pollito debajo seguro. Para llegar a los pollitos, el halcón tendrÃa que pasar por la mamá.
Cuando pienso en aquellos pollitos corriendo hacia su mamá, entiendo que es debajo de las alas de Él donde podemos buscar refugio, pero tenemos que correr hacia Él. “Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro. ¡Nos corresponde a nosotros! Lo único que esa mamá gallina hizo fue cloquear y extender sus alas para decirles a sus pollitos donde ir. Estos versÃculos muestran el lado maternal de la protección de Él:
Como las aves que vuelan, asà amparara Jehová de los ejércitos a Jerusalén, amparando, librando, preservando y salvando. Volved a aquel contra quien se rebelaron profundamente los hijos de Israel. —IsaÃas 31:5-6
¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuantas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste! —Mateo 23:37
Notemos el contraste entre la disposición de Dios y nuestra falta de disposición —su querer contra nuestro no querer—, su deseo contra nuestra falta de deseo. ¡Qué increÃble analogÃa para mostrarnos que Él ofrece protección que nosotros no aceptamos!
Es interesante que Jesús utilice la relación del amor maternal para demostrar su unión con nosotros. Hay una cierta ferocidad en el amor maternal que no podemos pasar por alto. Dios está profundamente comprometido con nosotros, sin embargo, al mismo tiempo, nosotros podemos rechazar sus brazos extendidos si escogemos hacerlo. Están a nuestra disposición, pero no es algo automático. Dios no corre de aquà para allá, intentando cubrirnos. Él dijo: “Yo he hecho posible la protección. ¡Corre hacia mÃ!”. Y cuando sà corremos a Él en fe, ¡el enemigo entonces tiene que pasar por encima de Dios para alcanzarnos! Que pensamiento tan consolador.
Permita que ponga una ilustración. HabÃa un hombre que secuestró un auto. La mujer que conducÃa el auto habÃa estado estudiando el Salmo 91 en la iglesia, pero en el trauma del momento, solo recordaba que habÃa algo sobre estar bajo la protección de sus alas, asà que comenzó a gritar: “Plumas, plumas”. El asaltante quedó tan sorprendido por la reacción de ella, que se detuvo en seco, se dio la vuelta y huyó para salvar su vida. Pero, como dije, esta protección no es automática. Por tanto, ¿cómo ponemos en funcionamiento esta promesa? Ya que no podemos correr fÃsicamente hacia Dios, ¿cómo lo hacemos? Este salmo nos proporciona una estupenda analogÃa del reino animal, ¿pero cómo podemos poner en práctica esta promesa en nuestra vida? Al igual que aquella mujer, corremos hacia Dios con nuestra boca; corremos hacia Dios con nuestro corazón; corremos hacia Dios con nuestra fe, como aquellos pollitos van corriendo hacia esas plumas.
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