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Enemigos al acecho: “El poder, la corrupción y la inmoralidad sexual


Introducción
¿Has escuchado alguna vez la noticia de que un líder de jóvenes cayó en el pecado de
inmoralidad sexual? Probablemente la noticia te ha dejado frío(a) y con la pregunta, «¿Será
cierto?». Quizá todavía quieras concederle el derecho de la duda, intentando argumentar que no
crees que él o ella serían capaces de tal cosa, sin embargo, los hechos están claros, ¡así sucedió!
Y, qué pasaría si alguien te preguntara: «¿Serías capaz de cometer un pecado sexual,
echando por la borda tu ministerio?». Seguro de que tu respuesta sería un rotundo «¡Claro que
no!». Sin embargo, déjame decirte algo. Hasta el momento no conozco ningún líder cristiano que
haya iniciado su ministerio con la intención de tener “aventuras sexuales”, ni que haya tenido en
mente hacer mal uso de los recursos financieros o del poder que le da la posición que tiene en un
ministerio. Pero sucedió. Cuando menos lo esperaban, cayeron en cuenta de que estaban en el
fondo de un precipicio.

Sin lugar a dudas que es correcto hacer la promesa de no cometer esa clase de pecado (o
cualquier otra clase), ya que un compromiso sincero es necesario en nuestra relación con Dios.
Pero también es importante reconocer nuestra vulnerabilidad. Suponer que nunca me va a pasar a
mí es aumentar el riesgo de caer en un fallo moral. Por el contrario, reconocer que como cualquier
ser humano, somos vulnerables, nos hace depender de Dios, aferrarnos a Él y estar alerta ante
cualquier situación que ponga en riesgo nuestra relación con Él.
En esta lección veremos algunos de los “enemigos” más peligrosos que acechan al líder
cristiano y que por lo tanto ponen en riesgo el ministerio que realiza con los jóvenes.
I. El Poder y la Autoridad
El primer enemigo al que analizaremos es al Poder, y que en algunas ocasiones podemos
confundir con la Autoridad. Pero como veremos, aunque están muy relacionados, no son
sinónimos.
Para empezar, recordemos un término muy sencillo, liderazgo. «¿Quién tiene una
definición de liderazgo?».
En nuestros días existen diferentes definiciones e incluso confusiones respecto al
liderazgo, así que para intentar disolver cualquier duda, veamos lo siguiente: Liderazgo es el arte
de influir sobre la gente para que trabaje con entusiasmo en la consecución de objetivos comunes.
La primera palabra clave que encontramos en esta definición es “arte”. Hemos definido el
liderazgo como un arte, y yo he tenido ocasión de ver que es así. Un arte es simplemente una
destreza adquirida o aprendida. La segunda palabra clave es “influir”. Si el liderazgo tiene que ver
con la influencia sobre otros, ¿cómo conseguiremos desarrollar esta influencia sobre los jóvenes?
¿Cómo conseguiremos que los jóvenes hagan la voluntad de Dios? ¿Cómo lograremos que hagan
compromisos serios con Dios, que busquen la excelencia y que aporten sus ideas al ministerio (que
son, por definición, dones voluntarios)?
En nuestra sociedad es muy común distorsionar el arte de liderar con el de ejercer cierto
poder sobre la gente. Max Weber –uno de los fundadores de la sociología- escribió hace mucho
años atrás la diferencia entre poder y autoridad, definiciones que son totalmente válidas hoy día.
- Poder: La capacidad de forzar o coaccionar a alguien, para que éste, aunque
preferiría no hacerla, haga tu voluntad debido a tu posición o tu fuerza.
- Autoridad: Es el arte de conseguir que la gente haga voluntariamente lo que tú
quieres debido a tu influencia personal.
Hagamos un pequeño ejercicio mental. Piensa en alguien que haya ejercido autoridad sobre
ti, tomando en cuenta el concepto que mencionamos en el párrafo anterior. Ahora, me gustaría que
hagas una lista de cualidades de esa persona, que hayan impactado o marcado tu vida.
¿No te parece conocida la lista que hiciste a un pasaje de la Biblia, en el Nuevo
Testamento? En 1 Corintios 13 tenemos una esplendida definición de las cualidades de un líder. El
texto dice que el amor es paciente, bondadoso, no tiene envidia, no es vanidoso, no es grosero, no
busca lo suyo, no lleva cuenta del mal, no se regocija con la injusticia sino con la verdad, todo lo
sufre, todo lo soporta. El amor nunca falla. ¿Verdad que es parecida a la lista que hiciste
anteriormente? A la luz de este pasaje podemos concluir que existe una relación básica en el
ministerio juvenil: Amor y liderazgo.
Resumamos la lista de 1 Corintios 13 en sus puntos principales: Paciencia, afabilidad,
humildad, respeto, generosidad, indulgencia, honradez y compromiso. ¿Crees que en esta lista se
encuentra algún sentimiento?
Cuando hablamos de amor, tendemos a reducirlo a un sentimiento, pero en el idioma
griego, la palabra amor puede hallarse de 4 maneras diferentes: Amor eros, de donde viene la
palabra “erótico” y es un sentimiento fundado en la atracción sexual. Otra palabra que es storge,
que es el afecto que se siente especialmente hacia miembros de la familia. Ni eros ni storge
aparecen en el Nuevo Testamento. Otra palabra para el amor es filía, o el amor fraternal, recíproco;
ese amor condicional de que si tú me tratas bien, yo te trato bien. Y por último, los griegos
utilizaban la palabra ágape para describir un tipo de amor incondicional, fundado en el

comportamiento con los demás y que busca el bienestar de otra persona, independientemente de
cómo me traten o cómo perciba a otros.
Ahora, ¿por qué relaciono el amor con el liderazgo? Sencillamente porque no podemos
ejercer autoridad sobre alguien, a menos que lo amemos con un amor ágape. Según la lista que
tenemos, miremos la comparación entre la definición de liderazgo-autoridad con la definición de
amor ágape que se encuentra en 1 Corintios 13:
AUTORIDAD Y LIDERAZGO AMOR COMO ÁGAPE
· Honrado, digno de confianza
· Ejemplar
· Pendiente de los demás
· Comprometido
· Atento
· Exige responsabilidad de la gente
· Trata a la gente con respeto
· Anima a la gente
· Actitud positiva, entusiasta
· Aprecia a la gente
· PACIENCIA
· AFABILIDAD
· HUMILDAD
· RESPETO
· GENEROSIDAD
· INDULGENCIA
· HONRADEZ
· COMPROMISO
Es importante aprender que todas estas descripciones tienen que ver con comportamientos
y no con sentimientos. Eso quiere decir que en ocasiones no tendremos demasiada afinidad con
ciertas personas, o aún pueden no “caernos bien”, pero somos amables con ellas y buscamos su
bienestar. El liderazgo es cuestión más de compromiso que de sentimientos y es a través del amor
que se gana la autoridad sobre las personas a quienes ministramos.
A. Una Nueva Era
Vivimos en una época postmoderna en la que corrientes filosóficas como la Nueva Era y
otras religiones orientales enseñan que podemos llegar a ser “dioses” y sentirnos espiritualmente
bien. El énfasis en el mundo empresarial es lanzarse a lo grande y poderoso. La psicología clasifica
a la gente entre ganadores y perdedores, para incitarnos a lo primero. Hasta hace poco los políticos
mundiales insistían en que el desarrollo no tenía límites. La ciencia espacial apunta a lo que antes
parecía inmenso e inalcanzable, y lo está logrando. Así también la biología ha empezado a dominar
lo infinitamente pequeño, al punto de asumir algunas funciones que sólo a Dios le corresponden.
Todo en la actualidad provoca al orgullo, al uso y acrecentamiento del poder humano en todas las
esferas. Debemos estar muy conscientes de esto y ser cuidadosos y honestos.
En la obra de Dios hay voces y ejemplos que están tentando a los obreros al empleo casi
irrestricto del poder. Para ejemplificar este concepto podríamos mencionar la motivación
equivocada que pudiesen tener algunos líderes que sueñan con tener un megaministerio o iglesia,
sin límites de nada. Para lograr este sueño trabajan como líderes autocráticos, independientes,
solitarios, y sin tener que rendirle cuentas a nadie. Estos líderes piensan que son los ungidos, que
han descubierto la bomba atómica mientras que los otros siguen jugando con pistolitas de agua.
[Ojo, no estoy en contra de las megas iglesias, yo mismo estoy trabajando para que la iglesia en la
que ministro crezca tanto como sea posible. Sólo intento hacer un análisis de un motivo
equivocado que pudiese hacer actuar a algún líder].

Algunos se apoyan en las teorías del iglecrecimiento, o legitiman todo diciendo que la
iglesia es una teocracia. Pero resulta que quien manda no es Dios sino el líder en cuestión. El poder
del Espíritu Santo también cae bajo el poder humano pues se le manipula en diferentes modos,
como cuando se pretende ponerle horas fijas y precio a los milagros que el Señor sólo regala por la
fe. Muchas prácticas religiosas hoy día caen bajo una visible e indudable manipulación. Pero
cuidado, este síntoma no sólo es asunto de “Megas”, también en instituciones e iglesias pequeñas
se dan muchas formas del mal ejercicio del poder. El poder puede corromper a alguien, sin
importar el tamaño de la iglesia o ministerio. Así que en ocasiones lo único que cambia es el
escenario, -mega o pequeño-, pero el mal uso del poder se puede presentar en cualquier momento.
Pero, ¿cómo puede darse esta situación en un ministerio juvenil? No es necesario pensar o
ir tan lejos, conozco muchos jóvenes que utilizan su posición como líderes de algún ministerio para
lograr autosatisfacción, obtener el respeto de los demás y en ocasiones aprovecharse o servirse de
ellos. Es más, conozco algunos líderes de jóvenes que han visto el ministerio como una plataforma
para conocer chicas y “ministrarlas” de manera personal. Por supuesto, el propósito de Dios para
los jóvenes queda desplazado por un interés egoísta del líder. ¿Conoces a alguien así? ¡Espero que
no!
B. ¿El Amor al Poder, o el Poder del Amor?
Jesús trazó el camino verdadero. En vez de buscar poder para mandar o para exaltarse,
buscó avenidas para mostrar su amor. Así de sencillo, Jesús nos mostró que a través del servicio les
mostramos a Dios y a quienes estamos discipulando que los amamos. Servir al Señor. Servir a
nuestro prójimo, sea o no creyente como nosotros. Servir donde nos encontremos y en toda
circunstancia. Servir en amor. La Palabra llama a esto ser «llenos» o «celosos» de buenas obras y
de «frutos de justicia» (Tit 2.7, 14; 3.8, 14; Fil 1.11). El estudio de la Palabra a lo primero que debe
conducirnos no es a exhibir títulos teológicos, sino a estar «enteramente preparados para toda
buena obra» (2 Ti 3.15–17). Es que el Señor ha trazado esta vía para que andemos en ella y
vivamos atendiendo a las necesidades de las personas a quienes Él ama y a quienes quiere
derramar su gracia por medio nuestro (Ef 2.9–10).
Cuando se vive la vida cristiana de la manera antes descrita, incluyendo el ministerio y las
relaciones cotidianas con otras personas, las experiencias son inmensamente gratas. Por el
contrario, el afán por el poder y la grandeza ministerial conduce entre otras cosas, a la
confrontación, a la guerra, al estrés y al autoengaño.
Jesús anduvo por las calles, por las plazas y por las casas. Estuvo en contacto abierto con
todas las personas. Así servía a todos, sanándolos, dándoles la Palabra y mostrándoles un estilo de
vida diferente. No exhibió los signos externos de poder que hoy les gusta mostrar a muchos.
Curiosamente, parece que sólo dos veces anduvo en un vehículo de su época, un burro -recién
nacido y en su entrada triunfal a Jerusalén-. Lo demás lo hacía al mismo nivel de toda la gente, a
pie; de modo que no había barreras entre él y las personas.
La actitud de Jesús le brindó la inigualable oportunidad de llegar a todos con el amor de
Dios. Por eso pudo enseñar: «aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis
descanso para vuestras almas» (Mateo 11.29). Este es el supremo ejemplo que la Iglesia y sus
líderes debemos rescatar. Los apóstoles emplearon el poder del Espíritu Santo, el poder de la
Palabra, el poder de la sangre de Jesucristo, el poder del triunfo de Jesús sobre las potestades
demoníacas, el poder de la oración y el poder de vida y su testimonio. Con ello fueron más que
vencedores. Este es el verdadero poder que el mundo necesita, y que los líderes y la iglesia de hoy
y de siempre, deben emplear.
Si realmente quieres influir en los jóvenes no es necesario que pongas cada vez más y más
reglas, o que levantes la voz para que te escuchen (aunque a veces es necesario). Mejor escúchalos,
apóyalos, compréndelos, anímalos, ayúdalos a encontrar su camino, ríete con ellos, sufre con ellos,
¡vive con ellos!

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