La muerte tanto física como espiritualmente, es producto del pecado; es el pecado el que reina en la muerte, según lo explica el Apòstol Pablo en Romanos 5:21: Para que asì como el pecado reinò en la muerte, asì también la gracia reine por medio de la justicia para vida eterna, mediante Jesucristo nuestro Señor. Lo maravilloso del evangelio es que nos muestra una gloriosa verdad; “el pecado reinò en la muerte”, es un hecho pasado que por la fe en la obra redentora de Cristo, ha quedado anulado. El pecado reinò en la muerte, mientras el cordero de Dios no había sido sacrificado y por lo mismo no se había establecido la gracia del perdón de nuestros pecados, mediante el derramamiento de la sangre de Cristo; quien por su muerte y resurrección nos justificò para vida eterna.
Como la muerte solo nos afecta mientras participamos de carne y sangre; nuestro Señor, para librarnos del poder de la muerte, tuvo que participar también de la misma naturaleza humana, para que al morir en su cuerpo de carne y derramar su vida, es decir su sangre; anular el poder del diablo que nos esclavizaba por el temor que infunde la muerte eterna.
Notemos que el pecado tiene que ver con la carne y la sangre. La carne porque es el medio que el diablo usa para obrar con todos los deseos pecaminosos, llenos de inmundicia y total rebeldía a la voluntad santa de nuestro Señor. Con la sangre, porque en ella està la vida de todo ser humano.
En otras palabras, el diablo jamàs hubiera podido sembrar la semilla del pecado, si la humanidad no hubiera participado de carne. Este mafioso personaje, rey de las tinieblas; esperò que Dios formara al primer hombre para entrar en acción, engañándolo para introducir la muerte, según se confirma en 1ª. Corintios 15:21: Porque ya que la muerte entrò por un hombre, también por un hombre vino la resurrección de los muertos.
Es evidente que la muerta ya existía. ¿Dónde? En El Seol, o región de tinieblas, donde mora la muerte misma. Notemos también que la “muerte”, no solo es el acto de morir; sino una potestad que solo viene a robar, matar y destruir.
Pero Cristo ya venció a esa potestad; lo hizo en el mismo terreno donde la muerte obra. Porque asì como en Adam todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. (1ª. Cor. 15:22). El Señor nos redimió cuando después de haberle herido, lacerado y desfigurado; le crucificaron hasta que murió derramando su sangre, que nos limpia de todo pecado.
La victoria de Cristo sobre la muerte como potestad; se da en dos dimensiones: La primera es la espiritual; quien recibe a Cristo como su salvador y Señor, pasa de muerte a vida eterna, asì lo expresa el Evangelio de Juan 5:24: En verdad, en verdad os digo: el que oye mi palabra y cree al que me envió, tiene vida eterna y no viene a condenación, sino que ha pasado de muerte a vida.
La segunda, se darà cuando ya nadie morirà corporalmente: Y el último enemigo que será abolido es la muerte. 1ª. Corintios 15:26. Y el mar entregò los muertos que estaban en èl, y la Muerte y el Hades (Seol) entregaron a los muertos que estaban en ellos; y fueron juzgados, cada uno según sus obras. Y la muerte y el Hades (Seol) fueron arrojados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda: el lago de fuego. Apoc. 20:13-14.
Queda claro entonces que nuestro Señor Jesucristo, al morir y resucitar, nos librò del temor a la potestad de la muerte; dándonos vida eterna para disfrutar de la libertad de toda esclavitud del pecado.
Cada nacido de nuevo, tiene la revelación que Dios es Amor y que el amor de Dios se perfecciona en cada uno, para tener confianza en el dìa del juicio, pues en el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor. 1ª. Juan 4:16-18. Amèn.
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