Así que, allá vamos.
1. El hombre es religioso por naturaleza
En estos días, en esta sociedad occidental, donde prima el materialismo y el hedonismo como forma de vivir – o más bien, forma de morir viviendo – muchos se jactan de no seguir ninguna religión o creencia, pero se equivocan.El hombre es un ser espiritual, y su tendencia natural es la de seguir una creencia, es decir, una forma u otra de entender la existencia, de la cual, como ser pensante, él es consciente.
Muchos piensan que no tienen religión alguna, y no obstante, todo ser humano - lo piense o no, lo acepte o no - sigue como poco los parámetros de una creencia, aun subjetiva e interesada, ajustada y hecha a la medida.
Básicamente los hombres partimos de dos posicionamientos diametralmente opuestos a la hora de hablar de creencia. Una es la creencia en Dios, el Creador; otra es la creencia en el llamado evolucionismo. Una implica un Ser existente y Creador y Dador de la vida; la otra implica un llegar a ser las cosas por el resultado del azar o la casualidad. Una implica un proceso inteligente, pensante y de ingeniería milimétrica; la otra implica... ¡nada! Una implica responsabilidad ante ese Ser; la otra implica... ¡nada! Una apunta hacia el Todo, la otra apunta hacia... ¡nada!
Cuando uno llega a creer que no hay Dios, o de que Dios nunca nada tendrá que ver con él, entonces acalla su conciencia, y llega a sentir el engañoso alivio de no tener que rendir cuentas a nadie por encima de él por lo que hace en la vida o por como la vive. El llega a ser dios de sí mismo, y procede según quiere y entiende, y no nos engañemos, esta es la filosofía de esta generación. Es la filosofía de muerte eterna a la que muchos, muchos se han abocado de cabeza.
El hombre es un ser religioso por naturaleza; siempre cree en algo, aunque sea inverosímil
2. El bien y el mal
Fíjense bien. El bien y el mal son conceptos morales que necesariamente deben partir de Dios, es decir, de un Ser Superior que trasciende a lo que vemos con nuestros ojos de carne, y que es Dueño y Razón de todo lo que existe. Pero si absurdamente se niega la existencia de ese Ser, no sólo se niega la Razón de la misma existencia, sino que también se niega la realidad del bien y del mal que sólo ese Dios, como Legislador Moral, puede dictar, y ha dictado.Algunos dirán aquí - “bueno, los hombres tenemos inteligencia como para delimitar el bien y el mal aunque sea de forma parcial o subjetiva” – sí, pero eso no soluciona el meollo de la cuestión, ya que el hombre es una criatura con un principio y seguramente un final (en eso todos están de acuerdo), y si tiene ciertas de esas atribuciones morales, es porque necesariamente las ha tenido que recibir. Si las ha recibido, es que existe un Dador que se las ha concedido.
Por lo tanto, el segundo posicionamiento de creencia, esto es, el evolucionismo, conlleva en sí una patente amoralidad, que fluye tantas veces hacia la inmoralidad, ya que en la práctica no sólo cuestiona, sino que ataca, acosa y pervierte la definición moral expresada de Dios, el Legislador y Juez.
Es por eso que tal posicionamiento de creencia necesariamente producirá un efecto derivado de su causa. En este artículo estaremos viendo, lo que denominaremos: “Un fruto del evolucionismo”.
3. Fruto del evolucionismo sin ecuanum; la maldad del aborto
Hoy en día el mundo reclama sus derechos. Todos reclaman sus derechos...todos excepto aquellos que no pudieron, ni pueden llegar a nacer porque fueron, y son abortados, y el derecho principal al que no pudieron reclamar, fue precisamente el de vivir.Millones de personas son asesinadas en todo el mundo, y no me estoy refiriendo a la mafia, la camorra, al narcotráfico, a los gobiernos despóticos o a las guerras injustas. Millones de personas en todo el mundo están siendo asesinadas en el vientre de sus madres – y enfatizamos, personas - sencillamente porque aquéllas no los quieren, sus cómplices las animan a proceder según esa sumamente egoísta acción, y esos médicos que ya han olvidado su código deontológico que les obliga a preservar la vida, las ejecutan... y por supuesto están esos legisladores, y esos políticos que se lavan las manos, porque son “demócratas”.
De hecho, estamos hablando de ASESINATOS EN MASA.
Estamos hablando de llevar a la pena de muerte a los que merecen la vida, porque son tan humanos como usted o yo, pero que por su condición, no tienen como defenderse o protegerse.
Estamos hablando del peor acto de cobardía que un ser humano puede cometer y comete: quitarle la vida a un desvalido e indefenso niño, y así una vez tras otra.
Estamos hablando de la mayor de las hipocresías, en la cual los hombres muy dignos y sabios, esto sólo en su propia opinión, están absolutamente inmersos.
Si en la antigüedad, en algunos lugares como Fenicia o Cartago, periódicamente algunos niños eran quemados vivos, sacrificados a las deidades paganas de turno, hoy en día multiplicado por la enésima potencia, el mismo ritual continúa en todas partes del globo, pero esta vez, antes de que la criatura nazca, siendo cobardemente asesinada cuando no puede defenderse. Esto ocurre en el seno de esta civilización que se autonombra civilizada, culta, democrática y progresista.
Sólo en España se produce un aborto cada 6,6 minutos, el mismo tiempo que se tarda en tomar un café o en fumar un cigarrillo. Hoy día, uno de cada seis embarazos se interrumpe de manera voluntaria, lo que ha convertido al aborto en una causa de mortalidad ¡mayor que los accidentes de tráfico, los homicidios y los suicidios! (1)
Aplicando su subjetiva y esperpéntica noción de lo que está bien y de lo que está mal, muchas personas, muchas de ellas completamente ateas o simplemente agnósticas, pero paradójicamente actuando como si fueran Dios, determinan quien nace y quien no nace; ¿qué tal si se hubiera hecho lo mismo con ellas? Pero, claro, eso no cabe en sus mezquinas mentes.
Ante tal horror incalificable, inconfesable e indigerible, nos hacemos la pregunta ¿en qué podrían pretendidamente llegar a basarse los abortistas, legisladores, políticos, y hasta científicos para justificar tamaña abominación y pecado?
Los libros de texto tratan como evidencia respecto a la evolución la llamada embriología. Enseñan que se puede observar la evolución de diferentes animales conforme se van desarrollando en el interior de la madre, y en este sentido, todavía se enseña que el feto humano tiene hendiduras branquiales, aun y cuando desde una tan tardía fecha como la de 1908, se demostró que no era cierto; no obstante sigue enseñándose en los libros de texto hoy en día.
La razón por la cual se sigue enseñando que las tiene, es para demostrar que el feto humano no es humano todavía, sino que está en una fase de pez o de anfibio. Pero la realidad cruda y dura (para esos asesinos y sus cómplices), es que el feto humano ¡no tiene hendiduras branquiales!
Eso que enseñan como hendiduras branquiales, no son sino pliegues de la piel. Esos pliegues llegarán a constituir con el tiempo los diferentes músculos del cuello. Nada tienen que ver con el aparato respiratorio.
Las razones que se dan para proceder adelante con el aborto están basadas en el error científico - además de moral - de que el feto en sus primeros momentos no es humano. Eso es falsa ciencia.
Los cristianos, tenemos la instrucción escrita de Dios, la cual llamamos la Biblia, y en ella encontramos clarísimamente que la vida humana empieza en el embrión:
La misma Biblia dice que la ira de Dios, se revela desde el cielo contra toda la impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad, y esto es así, porque a priori, lo que se conoce de Dios es manifestado o entendido por las cosas hechas, que los ojos pueden ver y los oídos oír, por lo cual no tienen ninguna excusa (Ro. 1: 18-20). Al negar al Creador, deberán creer en la criatura. Eso se llama evolucionismo.
La práctica legalizada del aborto no es sino consecuencia directa de creer en el evolucionismo ateísta, el cual niega al Creador, y enseña que inicialmente el ser humano no es sino un simple animal. Se enseña el evolucionismo como verdad, por lo tanto, no hay nadie a quien dar cuentas fuera del Estado o de la sociedad en este caso…pero un día darán cuentas a Dios, al cual niegan; y ese día no lo duden, llegará.
El egoísmo de base de todos aquellos que practican el aborto, desembarazándose de los hijos que no desean, se acomoda muy bien en la injusta, terrible e inhumana ley que lo permite, justificando así sus acciones. Este es un fruto más de creer en la falsa religión llamada evolucionismo.
Cuando se da la espalda a Dios, uno se constituye dios, para su perdición absoluta y eterna.
La única manera de poder salir de esa condenación, es entregándose de veras al Señor, y ya es hora de hacerlo, y de todo corazón porque el tiempo es muy corto. Solo en Jesús hay salvación, porque Él es el único nombre bajo el cielo dado a los hombres en que podemos ser salvos (Hchs. 4: 12)
“El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo. Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.” (1 Juan 5: 10-12)
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