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EL PELIGRO DE LA MUNDANALIDAD Por: David Wilkerson
Ni en el Antiguo Testamento encontramos nada tan fuerte como las advertencias que Pablo
hace en contra de la afinidad con el mundo: “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos, porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión, la luz con las tinieblas? ¿Qué armonía puede haber entre Cristo y Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo? ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Y vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos; yo
seré su Dios y ellos serán mi Pueblo” (2 Corintios 6:14-16). En el Antiguo Testamento cuando Dios quería revelar el poder de su presencia ante los malvados Egipcios, él trazó una línea de separación, separando al pueblo de Dios en Gosén del resto de Egipto.
“Pero Jehová hará distinción entre…Israel y…Egipto…porque yo enviaré esta vez todas mis
plagas sobre tu corazón…para que entiendas que no hay otro como yo en toda la
tierra” Éxodo 9:4, 14). Dios quiere que el mundo vea la diferencia entre su pueblo que lo ama y el resto del mundo incrédulo. Él quiere que seamos un ejemplo de ser un pueblo liberado y victorioso, confiando en Su brazo poderoso para que nos libre de todo daño y maldad.
Las razones hoy en día para que nos separemos del mundo (Egipto), son las mismas de tiempo antiguo. Dios está nuevamente trazando la línea entre su pueblo y este siglo
malvado para que esta generación pueda saber que en toda la tierra no hay ninguno que pueda liberar como él. Los malvados de este siglo necesitan tener una manifestación aún más grande de la presencia del Señor. Ninguna otra cosa les llamará la atención. Ninguna otra cosa los golpeará para convencerlos del pecado. ¡El Espíritu Santo ha sido derramado, para que toda carne pueda estar bajo el poder de la presencia de Cristo y ser convencidos de sus pecados, de justicia y de juicio!
Hablando acerca de sus verdaderos discípulos, él dijo, “No son del mundo, como tampoco
yo soy del mundo” (Juan 17:16). Y otra vez, “Yo os elegí del mundo, por eso el mundo os odia” (Juan 15:19). El mundo ama a los suyos, pero nosotros no somos del mundo. Que Dios nos ayude a aceptar alegremente nuestro carácter especial de separación y diferencia. ¡Sólo aquellos que están verdaderamente sin mezcla con el mundo y que se han separado para Cristo tendrán poder para salvarlo! “Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él” (1 Juan 2:15).
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