¿POR QUÉ ALGUNOS CRISTIANOS VUELVEN AL MUNDO?
Es una realidad la cantidad de personas convertidas al cristianismo, cada vez son más y más; pero también hay un porcentaje importante que vuelven al mundo. Tal vez te has preguntado por qué tu Iglesia no crece si en cada culto llega gente nueva y acepta al Señor como su Salvador. Una de la razones es la deserción del evangelio de aquellos que habiendo conocido el camino de la verdad y conocer la palabra de Dios, regresan atrás. Aquí tratare de abordar algunas causas, aclarando tal vez pueda omitir otras.
La primera razón: Nunca tuvieron una autentica experiencia personal con Jesús. Esto implica el desconocimiento del Dios real, no han tenido esa experiencia transformadora, donde la vida no vuelve a ser la misma, cuando hay un cambio auténtico, un abandono del pecado, donde el dejarlo, no es por legalismo o por obligación, sino “por la convicción del Espíritu Santo” (véase Juan 16.8). Cuando hay un verdadero cambio dentro de ti, trasciende hacia tu comportamiento exterior; Jesús viene a llenar el vacío en tu corazón, cambia tu amargura en alegría, el lamento en gozo; si nunca has amado empiezas a dar amor, “el que no ama, no conoce a Dios, porque Dios es amor” (1 Juan 4.8).
El encuentro con Jesucristo incluye el perdón hacia los enemigos, un ejemplo claro es José hijo de Jacob: sus hermanos lo vendieron y desecharon como si no valiera nada, pero su amor hacia Dios fue la clave para no amargarse, ni odiarlos, al contrario cuando los vio nuevamente años después, los amó y perdonó ese es el amor de Dios y es una evidencia de una autentica vivencia con Jesús.
Otro ejemplo de cambio radical de vida es Saulo de Tarso, perseguía a los cristianos, pero cuando tiene el encuentro con Cristo, su vida es mudada, nunca más vuelve a perseguirlos, tiene un tiempo de preparación, después sale a predicar el evangelio. Con Saulo (Apóstol Pablo) vemos una verdadera conversión y fue resultado de una experiencia sin igual con Jesús.
Muchos de los cristianos nunca han tenido este encuentro, esa es la razón de su amargura y de una vida seca, ir a la Iglesia nada más por ir, a la larga resulta una rutina donde se aburren, optan por no ir más; vuelven atrás, a la comodidad, a su vana manera de vivir, porque juzgan “la palabra de Dios es dura” (Juan 6.60). Los discípulos de Jesús cuando oyeron las palabras a su parecer dura dice la Biblia: “desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él” (Juan 6.66). Pero por qué se les hizo dura la palabra de vida eterna, por una sencilla razón: porque Jesús confronta el pecado y la luz (Jesucristo) manifiesta todo y nada puede ser ocultado, “porque todo aquel que hace lo malo aborrece la luz y no viene a la luz para que sus obras no sean reprendidas” (Juan 3.20). Saben de antemano, en su vida hay pecado, no van más a la Iglesia, porque nos están dispuestos a renunciar a sus malos caminos, pero deberían recordar “porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de justicia, después de haberlo conocido volverse atrás del santo mandamiento” (2 Pedro 2.21).
Una segunda razón: El mundo los venció. Se han dejado seducir por los deleites de este mundo, y no quiero decir que todo es malo, la Biblia enseña “todo me es lícito, pero no todo conviene, todo me es lícito, pero no todo me edifica” (1 Corintios 10.23) pero andan y viven de una manera incorrecta a los ojos de Dios; dicen somos humanos, tenemos fallas, eso es indudable, todos cometemos errores, pero no se arrepienten sinceramente, “con todo esto…no se volvió a mí de todo corazón, sino fingidamente (Jeremías 3.10) si algo aprecia Dios es la sinceridad y un corazón verdaderamente arrepentido no desprecia.
Se sienten vencidos por una razón: no caminan en integridad y justicia, cuando andamos mal, las fuerzas se van, la confianza disminuye, la fortaleza del Señor sentimos no merecerla, entonces llega la frustración porque todo sale mal, se sienten vencidos, pero no recuerdan “porque todo lo nacido de Dios vence al mundo; esta es la victoria que ha vencido al mundo nuestra fe” (1 Juan 5.4) necesitan arrepentirse, confesar sus iniquidades; el Señor en su infinito amor los perdonará y “aumentará sus fuerzas como las del búfalo” (Salmo 92.10) así podrán vivir de victoria en victoria.
Una tercera razón. Falta de compromiso en la vida cristiana. Esta es una de las principales causas del alejamiento de la Iglesia, no querer comprometerse, sabemos muchas veces, el precio de seguir a Jesús implica un costo, un sacrificio muy alto, debemos dejar el pecado, es necesario la Santidad, Integridad y la Honestidad; ya lo dice la Biblia “si vivimos por el Espíritu, andemos también por el espíritu” (Gálatas 5.25). El compromiso va más allá de dar una cara en la congregación, porque podemos aparentar una cosa cuando estamos sirviendo, pero nos conducimos de una manera diferente cuando ninguno de los líderes de la Iglesia nos ve; puedo decirte una regla “lo que realmente eres, es cuando estás solo y nadie te ve.”
Esta falta de fidelidad hacia Dios, te lleva a una doble vida, ser mustio en ciertos lugares, y ser totalmente otro en tu hogar, como coloquialmente dicen “sacas el cobre o eres candil de la calle y oscuridad de tu casa”, o viceversa, ser un hipócrita en tu casa, y te transformas cuando estás afuera de ella. Esta actitud tibia, ni frío ni caliente, desagrada a Dios, no se puede vivir en pecado y agradar a Dios, sirves a uno y quedas mal con el otro, sobre esto la Biblia dice: “yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente, ojalá fueses frío o caliente, pero por cuanto eres tibio te vomitares de mi boca” (Apocalipsis 3.15 y 16). Debemos arrepentirnos de nuestra vana manera de vivir, confesar nuestros errores, si no lo hacemos habrá condenación “la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida en Cristo Jesús Señor nuestro”(Romanos 6.23).
Una cuarta razón: Una fe frágil. Como toda construcción, lo más importante son los cimientos; estos deben ser lo más fuertes posibles, inamovibles, inmutables; en la vida de un cristiano éstos son la fe, es primordial edificarla sobre una base sólida perfectamente estable. Pero dónde o en qué aquellos de una Fe débil la levantan; la edifican en los hombres, ya sea en los líderes, pastores, denominación, etc. Cuando uno de éstos falla, se sienten decepcionados, por el hecho de que aquella fe estaba sobre una persona expuesta a fallar. Cuando no estamos firmes, los problemas vienen, las tribulaciones nos angustian y todo se viene abajo, por levantarla en la arena. Necesitamos ser sabios, fundarla sobre Jesucristo, Él es la roca fuerte, el verdadero cimiento “Jehová es mi roca y mi fortaleza” (2 Samuel 22.2) en Él estamos seguros, nunca nos deja solos, siempre está ahí cuando le necesitamos “Jehová, roca mía castillo mío, mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en él confiare, escudo y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio” (Salmo 18.2) si nos sentimos sin fuerza, la única solución es decirle al Señor “llévame a la roca que es más alta que yo” (Salmo 61.2) y esa roca es Jesús.
Una quinta razón: Los hijos nacidos en un hogar cristiano, se sienten atraídos, por algo que nunca han vivido como resultado de la falta de una auténtica convicción a Cristo. Esta es una situación muy importante, en muchos hogares cristianos, sus hijos han crecido en una ambiente diferente, con una educación acerca de la Biblia, a pesar de ello, estos jóvenes nunca han tenido una verdadera conversión, son cristianos porque nacieron en ese hogar, pero no por una convicción propia. Como no han experimentado las cosas del mundo (y me refiero al mundo como todo lo que te aleja de Dios y te hace perder la comunión con él) se preguntan cómo se sentirá, me gustará o me desagradará. Como no tienen una fe firme, los atrae poco a poco, y se dejan seducir por él, cuando menos lo esperan, ya están atrapados y engañados por el enemigo. El diablo los engaña diciéndoles, es mejor disfrutar la vida al máximo, no debes desperdiciar tu tiempo.
La primera razón: Nunca tuvieron una autentica experiencia personal con Jesús. Esto implica el desconocimiento del Dios real, no han tenido esa experiencia transformadora, donde la vida no vuelve a ser la misma, cuando hay un cambio auténtico, un abandono del pecado, donde el dejarlo, no es por legalismo o por obligación, sino “por la convicción del Espíritu Santo” (véase Juan 16.8). Cuando hay un verdadero cambio dentro de ti, trasciende hacia tu comportamiento exterior; Jesús viene a llenar el vacío en tu corazón, cambia tu amargura en alegría, el lamento en gozo; si nunca has amado empiezas a dar amor, “el que no ama, no conoce a Dios, porque Dios es amor” (1 Juan 4.8).
El encuentro con Jesucristo incluye el perdón hacia los enemigos, un ejemplo claro es José hijo de Jacob: sus hermanos lo vendieron y desecharon como si no valiera nada, pero su amor hacia Dios fue la clave para no amargarse, ni odiarlos, al contrario cuando los vio nuevamente años después, los amó y perdonó ese es el amor de Dios y es una evidencia de una autentica vivencia con Jesús.
Otro ejemplo de cambio radical de vida es Saulo de Tarso, perseguía a los cristianos, pero cuando tiene el encuentro con Cristo, su vida es mudada, nunca más vuelve a perseguirlos, tiene un tiempo de preparación, después sale a predicar el evangelio. Con Saulo (Apóstol Pablo) vemos una verdadera conversión y fue resultado de una experiencia sin igual con Jesús.
Muchos de los cristianos nunca han tenido este encuentro, esa es la razón de su amargura y de una vida seca, ir a la Iglesia nada más por ir, a la larga resulta una rutina donde se aburren, optan por no ir más; vuelven atrás, a la comodidad, a su vana manera de vivir, porque juzgan “la palabra de Dios es dura” (Juan 6.60). Los discípulos de Jesús cuando oyeron las palabras a su parecer dura dice la Biblia: “desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él” (Juan 6.66). Pero por qué se les hizo dura la palabra de vida eterna, por una sencilla razón: porque Jesús confronta el pecado y la luz (Jesucristo) manifiesta todo y nada puede ser ocultado, “porque todo aquel que hace lo malo aborrece la luz y no viene a la luz para que sus obras no sean reprendidas” (Juan 3.20). Saben de antemano, en su vida hay pecado, no van más a la Iglesia, porque nos están dispuestos a renunciar a sus malos caminos, pero deberían recordar “porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de justicia, después de haberlo conocido volverse atrás del santo mandamiento” (2 Pedro 2.21).
Una segunda razón: El mundo los venció. Se han dejado seducir por los deleites de este mundo, y no quiero decir que todo es malo, la Biblia enseña “todo me es lícito, pero no todo conviene, todo me es lícito, pero no todo me edifica” (1 Corintios 10.23) pero andan y viven de una manera incorrecta a los ojos de Dios; dicen somos humanos, tenemos fallas, eso es indudable, todos cometemos errores, pero no se arrepienten sinceramente, “con todo esto…no se volvió a mí de todo corazón, sino fingidamente (Jeremías 3.10) si algo aprecia Dios es la sinceridad y un corazón verdaderamente arrepentido no desprecia.
Se sienten vencidos por una razón: no caminan en integridad y justicia, cuando andamos mal, las fuerzas se van, la confianza disminuye, la fortaleza del Señor sentimos no merecerla, entonces llega la frustración porque todo sale mal, se sienten vencidos, pero no recuerdan “porque todo lo nacido de Dios vence al mundo; esta es la victoria que ha vencido al mundo nuestra fe” (1 Juan 5.4) necesitan arrepentirse, confesar sus iniquidades; el Señor en su infinito amor los perdonará y “aumentará sus fuerzas como las del búfalo” (Salmo 92.10) así podrán vivir de victoria en victoria.
Una tercera razón. Falta de compromiso en la vida cristiana. Esta es una de las principales causas del alejamiento de la Iglesia, no querer comprometerse, sabemos muchas veces, el precio de seguir a Jesús implica un costo, un sacrificio muy alto, debemos dejar el pecado, es necesario la Santidad, Integridad y la Honestidad; ya lo dice la Biblia “si vivimos por el Espíritu, andemos también por el espíritu” (Gálatas 5.25). El compromiso va más allá de dar una cara en la congregación, porque podemos aparentar una cosa cuando estamos sirviendo, pero nos conducimos de una manera diferente cuando ninguno de los líderes de la Iglesia nos ve; puedo decirte una regla “lo que realmente eres, es cuando estás solo y nadie te ve.”
Esta falta de fidelidad hacia Dios, te lleva a una doble vida, ser mustio en ciertos lugares, y ser totalmente otro en tu hogar, como coloquialmente dicen “sacas el cobre o eres candil de la calle y oscuridad de tu casa”, o viceversa, ser un hipócrita en tu casa, y te transformas cuando estás afuera de ella. Esta actitud tibia, ni frío ni caliente, desagrada a Dios, no se puede vivir en pecado y agradar a Dios, sirves a uno y quedas mal con el otro, sobre esto la Biblia dice: “yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente, ojalá fueses frío o caliente, pero por cuanto eres tibio te vomitares de mi boca” (Apocalipsis 3.15 y 16). Debemos arrepentirnos de nuestra vana manera de vivir, confesar nuestros errores, si no lo hacemos habrá condenación “la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida en Cristo Jesús Señor nuestro”(Romanos 6.23).
Una cuarta razón: Una fe frágil. Como toda construcción, lo más importante son los cimientos; estos deben ser lo más fuertes posibles, inamovibles, inmutables; en la vida de un cristiano éstos son la fe, es primordial edificarla sobre una base sólida perfectamente estable. Pero dónde o en qué aquellos de una Fe débil la levantan; la edifican en los hombres, ya sea en los líderes, pastores, denominación, etc. Cuando uno de éstos falla, se sienten decepcionados, por el hecho de que aquella fe estaba sobre una persona expuesta a fallar. Cuando no estamos firmes, los problemas vienen, las tribulaciones nos angustian y todo se viene abajo, por levantarla en la arena. Necesitamos ser sabios, fundarla sobre Jesucristo, Él es la roca fuerte, el verdadero cimiento “Jehová es mi roca y mi fortaleza” (2 Samuel 22.2) en Él estamos seguros, nunca nos deja solos, siempre está ahí cuando le necesitamos “Jehová, roca mía castillo mío, mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en él confiare, escudo y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio” (Salmo 18.2) si nos sentimos sin fuerza, la única solución es decirle al Señor “llévame a la roca que es más alta que yo” (Salmo 61.2) y esa roca es Jesús.
Una quinta razón: Los hijos nacidos en un hogar cristiano, se sienten atraídos, por algo que nunca han vivido como resultado de la falta de una auténtica convicción a Cristo. Esta es una situación muy importante, en muchos hogares cristianos, sus hijos han crecido en una ambiente diferente, con una educación acerca de la Biblia, a pesar de ello, estos jóvenes nunca han tenido una verdadera conversión, son cristianos porque nacieron en ese hogar, pero no por una convicción propia. Como no han experimentado las cosas del mundo (y me refiero al mundo como todo lo que te aleja de Dios y te hace perder la comunión con él) se preguntan cómo se sentirá, me gustará o me desagradará. Como no tienen una fe firme, los atrae poco a poco, y se dejan seducir por él, cuando menos lo esperan, ya están atrapados y engañados por el enemigo. El diablo los engaña diciéndoles, es mejor disfrutar la vida al máximo, no debes desperdiciar tu tiempo.
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