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¿QUE COSAS LIMITAN MI SERVICIO A DIOS?

Durante la vida cristiana aparecen cientos de situaciones y asuntos que limitan el servicio a Dios. La dura lucha con uno mismo, con el diablo y con el mundo, se trasforma en una faena agotadora.
El primer amor con el cual uno disfruta la conversión, la nueva vida en Cristo y el servicio incondicional a Dios en los primeros años de cristiano, con el tiempo comienza a menguar y a apagarse. Ante esto, es necesario constantemente acudir a las plantas del Señor y revestirse de fuerza y de poder para levantarse y continuar la caminata hacia la patria celestial.
Con el tiempo es necesario analizar frecuentemente nuestro corazón y nuestros intereses para poder detectar cuales son las cosas que en definitiva, están estorbando nuestro servicio a Dios.



En este estudio, veremos algunos puntos que incluyen las causas más comunes de nuestro fracaso en el servicio a Dios. El entender que ya no debemos vivir para nosotros mismos, el aceptar que somos siervos de Cristo, el practicar una relación con Cristo lejos de toda religión, etc., son las urgentes necesidades de todos los creyentes, y en especial durante la juventud. Observaremos los tres enemigos que se levantan en contra del avance del hijo de Dios: Nosotros mismos ( la carne ), el diablo y el mundo.
Existen grandes demandas de dura lucha y esfuerzo que son parte de la realidad de todos los que estamos militando, de una u otra forma, en las filas de Cristo.
En tiempos en que solo se busca la oferta de Cristo por sobre sus demandas, la voz del Salvador resuena con autoridad lacerante en nuestros corazones:

“Y decía á todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese á sí mismo, y tome su cruz cada día, y sígame” Lucas 9:23

CAPITULO l PRIMER ENEMIGO: NOSOTROS ( LA CARNE )
1. Conociendo nuestro Corazón
El primer enemigo que trataremos, es aquel que mora en nosotros mismos. Pablo le Decía a Timoteo:
“Ten cuidado de ti mismo...” 1 Timoteo 4:16
Parece increíble la declaración de este texto. Existen miles de peligros que nos asedian, existen miles de situaciones adversas que nos estorban, existen miles de perversas artimañas que atentan contra nuestra vida, pero jamás nos imaginamos que muchas de ellas manan desde lo mas interno de nuestro ser.

El peligro, muchas veces, esta en nosotros mismos y es por esa razón que el apóstol Pablo se lo declara con tanta precisión a su amado Timoteo. Dicha advertencia nos invita a desconfiar hasta de nosotros mismos.

¿Es que acaso nuestro corazón nos puede engañar? Por cierto que sí. Jeremías dice:
Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? (Jeremías 17:9)
Ciertamente que todos tenemos un manantial de perversidades que quiere brotar y gobernar nuestra voluntad. Es la constante petición de la primitiva naturaleza que reclama su antiguo lugar. Es el grito incesante del viejo hombre que eleva su rebelión en contra de Dios.
Es la ley del pecado de la cual nos habla Pablo (Romanos 7: 7-25) ante la cual debemos dar la lucha diaria y constante.

Nuestro Señor Jesucristo nos enseñó que lo que contamina al hombre no es lo que entra, sino lo que sale de él (Mateo 15:11)
Es la triste y cruda realidad de nuestra naturaleza caída. No podemos confiar ni en nosotros mismos.
Por tales razones, es necesario procurar entregar todo nuestro corazón al Señor para que él, quien los escudriña todo, pueda sacar aquello que impide el servir a Dios con libertad y eficacia.
2. Tratando con nuestro pecado
El tema del pecado es tan amplio que amerita un estudio especial para ello. No obstante, podemos resumir que cada creyente está en una dura lucha en contra del pecado que mora en nosotros:
“Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien esta en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago” Romanos 7: 18-19

Uno de los grandes conflictos que existen en la juventud y en especial, en los primeros momentos de creyente, es que luego de la experiencia inolvidable de la conversión, se descubre que aun existe dentro de nosotros aquella vieja naturaleza que reclama su primitivo lugar. Es el viejo hombre que mora con nosotros y que muchas veces desea gobernar nuestra voluntad. Pablo lo presenta así:
“¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?”
Romanos 7:24
Este clamor desgarrador del apóstol, es la propia experiencia de cada creyente en Cristo que reconoce aquella lucha entre la nueva criatura y la vieja naturaleza pecaminosa. No debemos menguar respecto a esto, porque el viejo hombre constantemente quiere rebelarse y ante cualquier descuido se produce la caída y la desobediencia.

Una vez entendiendo que en nosotros mora el pecado y que éste, constantemente desea gobernar nuestra vida, debemos de la misma forma confesar a Dios nuestras faltas y flaquezas, a fin de que él tome el dominio de nosotros:
“Digo pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis la concupiscencia de la carne” Gálatas 5:16

“Amados, yo os ruego como á extranjeros y peregrinos, os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma” 1 Pedro 2:11

La carne reclama su primitivo lugar, pero el mandato de Dios es a no satisfacer aquellos deseos pecaminosos que batallan en contra del alma.
Nuestro Señor Jesucristo nos dejó una gran enseñanza frente a este punto:
“Velad y orad, para que no entréis en tentación: el espíritu á la verdad está presto, mas la carne es débil” Mateo 26:41
Esta es una de las áreas de mayor dificultad del creyente. La única manera de contrarrestar y de someter la seducción del pecado que mora en nosotros, es a través de la oración, justamente es eso lo que nos cuesta tanto hacer. Las reuniones menos asistidas en las iglesias, es el culto de oración. Esta clara estadística nos permite evaluar y confirmar la razón de nuestro famélico estado espiritual.

Existen áreas de nuestra vida que están sometidas al pecado mas que a Dios, y son aquellas áreas en las cuales debemos trabajar. Esto es tan parecido a la experiencia de Israel. Un pueblo que si bien llega a la tierra prometida, pero continúa rodeado de pueblos paganos, y cada vez que Israel se descuidaba, se metía el amorreo o el heteo para atacar. De la misma manera, debemos trabajar las áreas de nuestra viuda que son vulnerables al pecado. Analicemos algunas áreas frecuentes

A. El área sexual y sentimental: Es una de las áreas con mayor fracaso en el hombre natural y espiritual. Al abordar este punto, es preciso reconocer nuestra naturaleza sin religiosidad ni hipocresías.
La Biblia presenta con mucha claridad el continuo fracaso del hombre frente al tema de la sexualidad y es por eso que también da consejos precisos y abiertos frente a este tema. Pablo le dice a Timoteo:

“Huye también de los deseos juveniles” 2 Timoteo 2:22

Es importante considerar que el mandamiento no es confrontar los deseos pecaminosos, sino que huir de ellos. Recordemos la experiencia de José cuando fue seducido por la esposa de Potifar:
“Y asiólo ella por su ropa, diciendo: Duerme conmigo. Entonces dejóla él su ropa en las manos, y huyó, y salióse fuera” Génesis 39:12
El texto detalla que ella lo sedujo a tal punto que tomó sus vestidos, no obstante, José huyó. No deja de sorprender la actitud valiente y decidida de José, quien huye de los deseos pecaminosos y obedece a Dios. Por cierto, que para el hombre natural dicha actitud obedece a un hombre poco viril, pero para el hijo de Dios es la constante lucha de vencer al pecado.
“No reprendas al anciano, sino exhórtale como a padre: á los más jóvenes, como á hermanos; A las ancianas, como á madres; a las jovencitas, como a hermanas, con toda pureza” 1 Timoteo 5: 1-2
El trato de la hermanad debe estar revestida de pureza. Tal vez nos ofendería si alguien nos dijera lo mismo que Pablo le dijo a Timoteo, y hasta responderíamos:

¿Qué piensa Ud. que soy Yo como para que me diga tal cosa?


La verdad es que la espiritualidad conlleva una gran convicción de nuestro propio pecado. En otras palabras, entre más nos acercamos a Dios y tenemos comunión con él, se hace más nítida nuestra naturaleza caída y la necesidad de prevenir las tentaciones. Pablo, un siervo de Jesucristo por voluntad de Dios, sabia muy bien cual es el estado de nuestra antigua naturaleza y de su constante asechanza, y Timoteo, su hijo espiritual, recibe aquella advertencia directa y sincera para poder tomar todas las medidas precautorias a fin de abstenerse de cualquier eventual deseo ilícito que no honra a Dios.

Fuimos creados por Dios para vivir en pareja, hombre y mujer. Cuando se deja la edad de la niñez, es absolutamente normal que comience la atracción por el sexo opuesto. Si eso no ocurre, sería preocupante. No obstante, nuestra naturaleza pecaminosa siempre se inclina por lo ilícito y es ahí donde debemos dar la lucha.
Los deseos de tener relaciones sexuales prematrimoniales, de ver material de pornografía o de erotismo en general, de escuchar o participar de conversaciones lujuriosas, etc., son parte de los reclamos de la antigua naturaleza caída y no de la nueva creada en Cristo. El no reconocer que estos y otros deseos ilícitos moran aún en nosotros, es no llegar a la madurez que nos permitirá contrarrestarlos.

Respecto a la parte sentimental, es necesario abordar el tema a la luz de lo que dice la Escritura en Corintios:
“No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo?” 2 Corintios 6: 14-15
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La perfecta voluntad de Dios es que el hombre creyente se una a mujer creyente. Bajo esta premisa, cuando aparezca la duda respecto a, si es o no la voluntad de Dios que tal o cual persona pueda ser la pareja con quien se establecerá noviazgo y posteriormente vínculo matrimonial, la pregunta estará respondida al menos en su cincuenta por ciento. De lo contrario, no es necesario preguntarle a Dios dado a que él lo declara directamente en la Escritura.

La uniones desiguales son tan graves en el noviazgo y fatales en el matrimonio. Dios dice en su Palabra:
¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo? Amos 3:3
Se debe someter a Dios esta área tan sensible que a veces, acarrea tantos sufrimientos. La voluntad de Dios es mas que sentimientos y que atracción física. Amados, la atracción y los sentimientos, son sublimemente reemplazados por la voluntad durante el matrimonio. Por tanto, enamorarse es mucho más de lo que yo veo o siento. El amor , es comprometer la voluntad al servicio del otro.

Es posible que esas palabras no se puedan evaluar en la juventud célibe, pero en el matrimonio, es una realidad indiscutible. En otras palabras, el vínculo que sostiene la relación de noviazgo o matrimonio, “en el Señor”, es el amor de Dios en nuestras vidas.
“El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser” 1 Corintios 13: 4-8
Dios te ayude, para que el área sexual y sentimental sea sometida a él y que no estorbe y no sea lo que impida tu servicio a Dios.

B. El área de prioridades (deportiva, recreativa, etc) : Pablo le decía a Timoteo:
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“...Ejercítate para la piedad; porque el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera” 1 Timoteo 4: 7-9
Hoy es muy común ver a jóvenes cristianos que destinan gran parte de su tiempo a la actividad deportiva o recreativa descuidando su participación en la iglesia. Con esto no estoy diciendo que practicar algún deporte sea ilícito delante de Dios, pero si lo es cuando dicha actividad pasa a ser prioridad y se transforma en el impedimento para estar con los hermanos en la congregación. La Biblia dice:
“Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, mas yo no me dejaré dominar de ninguna” 1 Corintios 6: 12
El pecado no esta en jugar fútbol o ir al gimnasio, el problema está cuando aquello pasa a ser la prioridad frente a elegir entre ir a la iglesia o asistir a la actividad deportiva. Obviamente, esto involucra a cualquier actividad que hagamos en sentido secular, siempre y cuando no sean aquellas que no honran al Señor.
Un joven preguntó una vez: “¿Es pecado ir al cine?” Procurando siempre responder por la Escritura y no por subjetivismos religiosos, se le citó el texto de 1 Corintios 6:12. El pecado no está en ir al cine, sino en que voy a ir a ver al cine y cuando voy a ir al cine.

Dios te ayude, para que el área de prioridades sea sometida a él y que no estorbe y no sea lo que impida tu servicio a Dios.


C. El área de desarrollo personal: Estamos en medio de una sociedad extremadamente exitista y fría. Es una corriente que arrastra y que nos insiste en llevarnos por torbellinos de materialismo para escalar la cima del éxito.
Para el mundo el éxito es ser profesional, tener una familia, una casa de no menos de 1500 UF, un vehículo full equipo del año, vestirse, comer y pasarlo bien.
Lamentablemente, este inventario frívolo, no esta lejano a la realidad de los hermanos de una iglesia cristiana. Cada vez se hace mas notoria, dentro del pueblo de Dios, la diferencia social y las actitudes discriminatorias son mas que evidentes, de ahí que existen iglesias para clase baja, media y alta.

Ante este escenario, la juventud procura lograr la máxima estatura académica y a veces, no se escatima nada a fin de lograrlo.
Aquella carrera se vuelve casi una obsesión y un afán que a Dios no le agrada. Es frecuente ver a niños que al pasar a la juventud, desaparecen prácticamente de la iglesia porque ingresaron a estudios superiores y el día domingo lo usan para recrearse después de largas horas de estudio, justificando así su constante inasistencia a las actividades de la iglesia.
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Salomón a modo de ejemplo
Para la mente natural, el rey Salomón es el paradigma de un hombre ideal. Poder, sabiduría, dinero, mujeres y admiración, podrían ser las metas mas anheladas por la carrera de los hombres. No obstante, la Escritura nos deja un legado opuesto y de trascendencia eterna.
“Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad. ¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol?” Eclesiastés 1: 2-3

“Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: No tengo en ellos contentamiento
El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre” Eclesiastés 12:1 - 13
Para algunos, el libro de Eclesiastés ha sido considerado como los escritos de un “viejo amargado”, pero para los creyentes, es la Palabra de Dios y la insistente voz que nos impulsa a mirar y a caminar francamente hacia nuestra patria celestial y a fundar nuestra realización solo en Cristo.

Nadie pondrá en duda que los momentos más gloriosos de Israel se vivieron durante el reinado de Salomón, sin embargo, los escritos finales del tal, no responden al perfil de un hombre natural con tan exitosa carrera.
Lo escrito por Salomón, es la voz de Dios que aclara en forma directa que todo lo de esta vida es vanidad y que todo esmero del hombre por alcanzar las mas altas cúspides del éxito, no es más que afán debajo del sol.

Es importante resaltar el llamado que Dios, a través de este santo libro, le hace especialmente a la juventud. Es urgente que Tú, Joven, te acuerdes del creador , ahora que estas en los mejores momentos de tu vida, porque luego vendrá la vejez y el ocaso de tus días sobre la tierra.
Que tus anhelos profesionales, absolutamente legítimos, no sean el estorbo o la imagen que eclipse tu servicio a Cristo. Recuerda que sin él nada de lo que haces podrías hacerlo. Recuerda que todo tu potencial, inteligencia y vigor son dados desde arriba primeramente para él. Recuerda que todo lo que logres no será producto de tus estudios o afanes, sino que exclusivamente de la soberana gracia de Dios que ha decidido posar sobre tu vida.

Dios te ayude, para que el área de desarrollo personal sea sometida a él y que no estorbe y no sea lo que impida tu servicio a Dios.

CAPITULO II SEGUNDO ENEMIGO: EL DIABLO
Satanás, el adversario y archí enemigo de nuestras almas, se las arregla de una u otra manera para estorbar nuestro fluido servicio a Dios. Pablo expresaba este tema de la siguiente manera:
“.. por lo cual quisimos ir a vosotros, yo Pablo ciertamente una y otra vez; pero Satanás nos estorbó” 1 Tesalonicenses 2:18

“Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes... Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno” Efesios 6: 10-17
El diablo es un estorbo para nuestro servicio a Dios y nosotros estamos constantemente lidiando con sus huestes de maldad. La vida del creyente es de lucha, de batalla, de caer herido, de levantarse y seguir batallando. El apóstol Pablo instruye a Timoteo en este lenguaje:

“Pelea la buena batalla de la fe” 1 Timoteo 6: 12

“Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo. Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado” 2 Timoteo 2: 3-4
El diablo es el padre de mentira, el engañador y tentador. Su actividad es manifestada en una constante búsqueda de desviarnos del blanco, de desmotivarnos y de acusarnos.
Cada vez que alguien quiera arrebatarnos el gozo, o que nos acuse de tal o cual actitud poco cristiana o nos pretenda desviar de la sola atención a Cristo, inmediatamente debemos discernir que todo es parte de una estrategia del enemigo. El mismo Señor Jesucristo vivió aquello directamente del diablo y también con uno de los suyos, recordemos el monte de la tentación o el tristemente célebre consejo de Pedro ( Mateo 4: 1-11 / 16: 21-28 )

Pero sin duda, la estrategia más eficaz del enemigo es hablarnos al oído y acusarnos. Cada vez que esto ocurre, frecuentemente nos olvidamos de que estamos en esta lucha, sucumbimos y abandonamos o descuidamos el servicio a Dios.
Satanás es el acusador de los hermanos por excelencia (Apocalipsis 12: 10) y ante tal estrategia, Dios nos presenta un excelente escudo:

“¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica” Romanos 8: 33
Cada vez que el diablo te acuse, trae a tu mente y corazón esta bendita palabra y enarbola el pendón de Cristo y continúa la marcha. No prestes atención a palabras engañosas por muy ciertas que estas sean, porque el diablo las usa para detenerte y debilitarte. Es en ese momento cuando debes pensar solo en la cruz de Cristo y en la eficacia de su sangre.
“Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo” 1 Juan 2: 1
Cuenta la historia de que una noche satanás se acercó a Martín Lutero y le enseñó una lista larga de todos sus pecados: la avaricia, el orgullo, la lujuria, y muchos más.
Pero Martín Lutero le dijo satanás . . .te quedaste corto. También debes apuntar este pecado y estos más,- y le fue dando a Satanás unos pecados más para agregar a la lista. Finalmente, le dijo: “ahora pon una cosa más al pie de tu lista: La sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado . . .” (1 Juan 1:7)
Y Satanás huyó.

Las acusaciones de satanás son las armas más frecuentes que él utiliza para intentar derribarnos y para frenar nuestro servicio en la obra.
Amados, estamos en una lucha y no de fiesta como muchos anuncian, por lo tanto es necesario vestirse con toda la armadura de Dios y estar prestos en esta batalla, considerando:
“que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos;” 2 Corintios 4: 8-9
CAPITULO III TERCER ENEMIGO: EL MUNDO
“No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” 1 Juan 2: 15-17
El creyente verdadero no ama el mundo y su deseo ardiente es partir hacia la patria celestial. No obstante, cuando se produce esta atracción por lo mundano, debemos entender que es el viejo hombre que reclama su primitivo lugar, y es ahí cuando debemos lidiar y no someternos a sus concupiscencias.
Las luces, el glamour, el exitismo, la prosperidad, la lujuria, la diversión, el hedonismo, etc. etc., son parte del menú que el mundo nos ofrece cada día, por eso es necesario mantener la frente erguida y seguir caminando en este peregrinaje, levantando la cruz de Cristo que por cierto, es repudiada por este mundo. Como lo dice el texto, la carne, y los ojos desean y la vanagloria de la vida nos quiere atrapar en sus ofertas, mas nosotros aunque estamos en el mundo, no somos del mundo. Jamás olvidemos que el príncipe de este mundo es satanás, quien ofrece mucho , da poco y lo quita todo.
“Para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo”
Filipenses 2: 15
Que gran demanda es la que nos establece Dios en su Palabra. La necesidad de que seamos irreprensibles y verdaderas antorchas encendidas en medio de las tinieblas, es el constante mandamiento que a veces se vuelve como el acero ardiente en nuestro pecho.

Ciertamente que es fácil guardar el testimonio dentro de la iglesia, pero distinta es la realidad en medio de un mundo perverso y maligno como la misma Biblia lo define. Si así no fuera, no estaría esta y otras instrucciones que apuntan a vivir una vida santa y piadosa en medio del mundo de maldad.

El testimonio fiel y verdadero, sin duda que provoca efectos en el mundo. La luz nunca es bien recibida por los inconversos. Nos transformamos en los “aguafiestas” e inclusive en los “antisociales” muchas veces porque no participamos en aquellas invitaciones disolutas. Es la realidad que vivieron y viven los santos varones que temen a Dios.

Debemos experimentar las contradicciones de la vida...o Ud. ¿ Quiere ser reconocido por el mundo como simpático y bonachón? ¿Desea que todos los hombres hablen bien de UD tal como lo hicieron con los falsos profetas? Cristo es el ejemplo supremo de la contradicción y debemos seguir lealmente sus pisadas.
Cuando un creyente se identifica con Cristo frente a los hombres, y procura con diligencia guardar su testimonio, la pista se torna pesada y la demanda intensa. Pero el mandamiento es claro y preciso: Ser luminares en el mundo.
“¡OH almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios” Santiago 4:4
Dios nos ayude y nos de el poder y claridad, para que entendamos que nuestro supremo llamamiento no solo incluía creer en Cristo, sino que también a padecer por El ( Filipenses 1:29)

Lo anterior no significa que andemos peleando y discutiendo con la gente. Dios no nos ha llamado a discutir la Biblia ni a estrangular a las personas para que crean a la voz del evangelio. Lo citado, indica los efectos de un testimonio fiel. Jamás un creyente fiel podrá ser considerado como interesante por el mundo de maldad. Jamás un creyente fiel podrá ser vitoreado por aquellos que odian a Cristo. Jamás un creyente fiel podrá ser atractivo al mundo que aborrece a luz y no viene a la luz para que sus obras sean descubiertas.

Amados, si aquello nos esta ocurriendo, revisemos detenidamente nuestro testimonio, escudriñemos nuestros caminos y volvámonos al Señor para recuperar el terreno perdido.
Muchas veces nuestro servicio a Dios se ve obstaculizado por la resistencia que el mundo nos ofrece. Y esto no solamente se refiere al mundo y sus deseos, sino que al hecho de estar insertados en una sociedad muy injusta, con un ritmo de vida estrepitoso, horarios de trabajos excesivos, salarios insuficientes, etc., que sin duda son parte de las aristas de este enemigo llamado mundo.
El Señor Jesucristo nos deja una gran lección respecto a nuestro transito por este mundo:
“Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece” Juan 15: 18-19
Que falta nos hace leer y releer este y otros pasajes que en la actualidad han sido como cortados deliberadamente. La tibieza que nos asedia nos lleva a incorporarnos con este mundo, a coquetear con este mundo y a pensar como este mundo piensa. Si a nuestro Adalid lo aborrecieron, nosotros, su ejercito, también seremos aborrecidos.
Que Dios te ayude para que las ofertas de este mundo no sean estorbo en tu sincero servicio a Dios.
CAPITULO IV UN JOVEN LLAMADO EUTICO...

“y un joven llamado Eutico, que estaba sentado en la ventana, rendido de un sueño profundo, por cuanto Pablo disertaba largamente, vencido del sueño cayó del tercer piso abajo, y fue levantado muerto. Entonces descendió Pablo y se echó sobre él, y abrazándole, dijo: No os alarméis, pues está vivo” Hechos 20: 9-10
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Analizando literalmente este episodio, aprendemos de un joven cuyo nombre significa “afortunado”, quien cansado tal vez por la falta de oxígeno a raíz del humo de las antorchas, del encierro de la habitación por la cantidad importante que debe haber habido allí a tal punto de estar obligado a sentarse en la ventana y obviamente agotado por el largo discurso de Pablo, se quedó dormido y cayó al suelo. El hecho extraordinario de todo esto, es la manifestación de poder y de respaldo de Dios en la persona de Pablo, quien restaura el cuerpo del joven accidentado.
No obstante, este relato nos hace meditar en varios puntos que son parte de la experiencia de cada creyente y muy en especial, de la juventud. Eutico, nos ayuda a representar al paradigma de joven simpatizante que asiste a la congregación, pero su vida permanece en constante estado de desdobles. Su viuda se sitúa en el límite de lo santo y lo profano, la luz y las tinieblas.
A veces nuestra vida tiene mucho de este Eutico. Podemos estar corporalmente en el local de reunión, pero nuestros sentidos están divididos. Un ojo en el predicador y el otro en la calle, un oído en la Palabra de Dios y el otro en el mundo, un pensamiento santo y otro profano. Lo peligroso y alarmante de este estado, es que tarde o temprano esta actitud de tibieza nos sumergirá en un sueño espiritual muy profundo que culminará con un indeseado azote contra el suelo.
La tibieza espiritual jamás ha sido agradable a Dios. Apocalipsis nos enseña que esta condición le produce nauseas al Señor. No podemos estar con un pie en la iglesia y el otro en el mundo.
“Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca” Apocalipsis 3: 15-16
La tibieza es la peor postura que puede asumir un cristiano. Es la clásica actitud pusilánime que se adapta a toda temperatura y circunstancia. Es observar todas las cosas bajo un prisma de relatividad donde todo es abordable según el punto de vista con que se mire. Dios no piensa así y tampoco quiere eso de sus hijos. Elías lo expresó con tanta fuerza cuando el pueblo estaba adoptando esta modalidad híbrida de pretender adorar a Dios y a baal a la misma altura.
“Y acercándose Elías a todo el pueblo, dijo: ¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él. Y el pueblo no respondió palabra” 1 Reyes 18: 21
En la actualidad al que habla así, lo tratan de dogmático y de legalista. Por cierto que un hombre como el profeta Elías en nuestro tiempo, vendría a ser como un antisocial, divisionista, que se opone a la mayoría y a los esfuerzos de unidad. No obstante, la verdad de Dios es diametralmente opuesta al corazón del hombre quien bajo amalgamas, mixturas y aditivos pretende agradar a Dios y agradarse a sí mismo.

El joven Eutico, preso del sopor, cae rendido al suelo. No esperes que eso te ocurra y corre tras el premio del supremo llamamiento en Cristo Jesús.
“Despiértate, tú que duermes, Y levántate de los muertos, Y te alumbrará Cristo” Efesios 5: 14

“Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti” 2 Timoteo 1: 6

“Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza” 1 Timoteo 4:12

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